Un gran atleta y una madre campeona

Esta es la historia de un campeón que se ha hecho fuerte donde otros se hubieran echado para atrás. Pero también la de la mujer que ha estado a su lado, guerreando para salir adelante. Son de esos vecinos de Ciudad del Bicentenario que uno puede ver por la calle y ni se imagina la combinación de lucha y talento que hay detrás de una sonrisa.

Se trata de Andrés Felipe Ávila Farías y su madre, Enilce. El relato comienza con una infección de riñones cuando ella estaba embarazada en San Bernardo del Viento, de donde es Walter, el padre de la familia que completa Elías, el segundo hijo.

“Allá no tuvieron en cuenta que tenía dos meses de gestación y me colocaron unos medicamentos muy fuertes, que dieron origen a la problemática que tiene Andrés que es sordera severa y secuelas de parálisis cerebral”. Para quien no lo sepa, esta es una dolencia que afecta el movimiento, el equilibrio y la postura, pero no la capacidad intelectual.

“Eso nunca fue impedimento para sacar adelante a Andrés Felipe, que siempre ha sido muy carismático y sociable; desde niño le gustaba hablar y jugar con todas las personas sin importar si eran sordos u oyentes, adultas o niños”. Enilce decidió que era mejor tener el parto aquí, por la cercanía con su mamá, y luego se quedaron porque había mejores opciones de atención médica y también de estudio, en el INSOR -Instituto para Niños Sordos-, donde Andrés Felipe hizo la primaria. Se graduó de bachiller en 2019 del colegio Soledad Román de Núñez, que tiene una filosofía inclusiva y donde había profesoras intérpretes.

“Cuando Andrés Felipe tenía catorce años empezó a correr, pero primero comenzó con la bicicleta. Vivíamos muy cerca del cerro la Popa, donde no había carreteras sino mucha loma. Muchas personas decían que para qué le íbamos a comprar una bicicleta a Andrés si él no camina bien, pero yo siempre les respondía–Yo sé qué potencial tiene mi hijo. Ya vas a ver–. Había un precipicio en una callecita y ahí empezábamos. Un día vino el IDER y un señor dijo –Ese niño es muy bueno manejando, lo hace con mucha agilidad–.

Tan bueno era que vinieron de Bogotá a ojearlo. “Pero el profesor no sabía lengua de señas y ese fue el impedimento. Después empezaron a verlo otros profesores por su talla esbelta, aunque ahora se engordo un poquito. Le vieron que tenía muy buen físico para correr a pesar de su dificultad. Andrés Felipe le regaló a Bolívar muchas medallas: fue medallista nacional en el 2015 en el atletismo de pista: corre los 100, 200 y 400 metros, pero estos últimos son su fuerte”, explica Enilce.

“El primer campeonato que gané fue en Cali como en el 2014 pero yo competía desde el 2010. Cuando lo gané sentí mucha alegría y orgullo, gracias al profesor, a las prácticas, el esfuerzo y a Dios. Luego gané muchos otros campeonatos. Habría que contar las medallas para saber, pero son más de veinte”, cuenta Andrés. 

“Sigo practicando los lunes, miércoles y viernes en la pista de atletismo, al lado de la de béisbol en Chiquinquirá, detrás del estadio de fútbol. Allá hay un profesor que sabe lengua de señas y está la intérprete Gilma”, explica Andrés quien ahora quisiera practicar ciclismo de montaña, pero no ha encontrado una opción en Cartagena. 

Estudió jardinería en el SENA, donde empezó logística naviera, pero la falta de intérprete le impidió avanzar. Acaba de terminar una tecnología en fibra y vidrio y está haciendo las prácticas en la Universidad Tecnológica de Bolívar. 

Llegaron a Ciudad del Bicentenario desde los cerros de la Popa. “Me he sentido bien, aunque las casas son diferentes. A veces me aburren las personas por esa peleadera que quieren tener aquí cerca y es mejor que el barrio este tranquilo y en calma. Igual, los jóvenes que pelean me respetan, soy muy amigo de ellos; soy una persona normal y me hago amigos de todos”.

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