Un refugio a la vista de todos

La biblioteca de Ciudad del Bicentenario está hoy en un extremo del macroproyecto urbano, pero algún día estará en su corazón. Algo parecido sucede con su uso: por ahora no es masivo, pero poco a poco está conquistando el afecto, sobre todo de jóvenes que encuentran en ella un espacio para vivir y soñar. 

La biblioteca queda al frente del CAP, en una zona de Ciudad del Bicentenario que va a seguir creciendo. Tras las rejas está el monte, del cual de vez en cuando sale algún animalito, como una lagartija extraviada. Unas coquetas flores artificiales adornan el césped, que hay que cortar cada pocos días, antes que la exuberante naturaleza vuelva a crecer.

Adentro hay una buena cantidad de libros, en general bien seleccionados por la Biblioteca Nacional: hay literatura, conocimiento general, autores conocidos y libros en muy buen estado. Es, en fin, un muy buen espacio al alcance de todos, pero que pocos han descubierto como un lugar propicio para estar y aprender.

Pero un puñado de muchachos le han encontrado el gusto. “Yo los veo y es una genialidad tenerlos aquí porque ya escriben y leen más libros que yo porque por mis obligaciones a veces no me da tiempo. Son diez, a veces quince porque traen a sus amigos”, nos dice Luis Fernando Rangel, el coordinador de la biblioteca.

Samuel José Mogollón Vargas decidió hace unos cinco años salirse del sistema educativo y educarse por su cuenta en una modalidad que se llama Homeschooling (escuela en casa o estudiar en casa), que requiere muchísima disciplina y claridad de objetivos, como los tiene Samuel. Una buena parte de su tiempo la dedica a explorar temas de su interés, como el dibujo y la pintura. “Es lo que me apasiona y de lo que me gustaría vivir algún día”, dice. De hecho ya le llegó su primer contrato internacional en ese campo, desde Nueva York.

“Empecé a venir poco antes de dejar la escuela, gracias a un amigo que es guía turístico y que conocimos en el Museo del Oro, en el Centro; él nos dijo que iba a haber una actividad de un Club de Lectura aquí en el Bicentenario y no teníamos ni idea de que aquí había una biblioteca porque apenas había abierto”, rememora. 

Vino con un hermano y se volvió visitante permanente, más en función de su aprendizaje autónomo. “Aquí encontré muchos libros que me ayudaron a desarrollarme como persona y como artista: el primer libro de arte para aprender a dibujar lo encontré en esta biblioteca. A mí más que leer me gusta aprender cosas nuevas y tener un lugar cercano, con tanta información y acceso tan fácil es una maravilla para mí”.

Tras vivir muchos años en Ciudad del Bicentenario y en los barrios aledaños, hace pocos meses se mudó a Bonanza, en Turbaco. Por eso ahora viene unas tres veces a la semana, en sesiones de unas cuatro horas y usando el préstamo de libros, que puede llevarse a casa. El plan es validar el bachillerato con el examen del ICFES cuando cumpla los dieciocho años y de inmediato presentarse a Bellas Artes, en el Centro. Mientras tanto, seguir dibujando, principalmente manga o cómic americano, que hoy son sus estilos preferidos. 

Abimael Marcelo Hernández Medina llegó con su madre a Ciudad del Bicentenario hace unos cuatro años, viniendo desde un corregimiento del Carmen de Bolívar. Entonces tenía trece años y el cambio tan radical de entorno y de dinámicas sociales le dificultó integrarse. Pero pronto descubrió las actividades de los sábados: “la biblioteca fue un espacio que me ayudó a tener esa socialización con otros muchachos del barrio”. 

“Yo era poco lector cuando estaba en el pueblo, ese gusto se desarrolló mayormente acá. Las lecturas de aquella biblioteca eran restringidas para ciertas edades. Por ejemplo, no me estaba permitida una lectura como Juventud en éxtasis, de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Me gusta ese tipo de lecturas porque toca temas de la vida real que hoy siguen creando mucha controversia”, explica. 

Después acompañó a Luis Fernando a actividades en Flor del Campo y Villa de Aranjuez y se conectó aún más con este espacio. 

Ahora en Tecnológico de Comfenalco estudia una carrera tecnológica que después empatará con una profesional en Negocios Internacionales. Al comienzo de la universidad estaba leyendo Satanás, del escritor colombiano Mario Mendoza. A varios compañeros les pareció de mala vibra porque creían que era algo satánico y no una novela ficticia. Le preguntaban y él les explicaba. Esa vez los libros le ayudaron a hacer amigos.

“La verdad creo que a nuestra biblioteca no le falta nada, sino que quizás las personas de aquí no son conscientes de su valor y tienen esa falta de propiedad. Usted ve jóvenes caminando por ahí en las calles e incluso en malos pasos que podrían utilizar estos espacios para no desperdiciar su tiempo así”.

Jhoneiker Alfredo Pirela Aguiar tenía temor de cómo lo recibirían aquí tras venir de Maracaibo, en Venezuela, con todo lo que eso significa en el contexto actual. Cuatro años después, a punto de graduarse de bachiller en el Gabriel García Márquez y tras dos años vinculado a la biblioteca, tiene una opinión distinta.

“Gracias a esta biblioteca pude tener experiencias como ir a un teatro o aprender a pintar, cosas comunes que nunca pensé que me iban a servir, pero que ahora me están sirviendo mucho. Aprendí de la lectura crítica como un párrafo o una tesis, cuentos muy interesantes y también momentos que quisiera volver a repetir”.

Luis le pidió apoyo en una actividad y le gustó hasta encariñarse del todo con la biblioteca, principalmente por el club de lectura de los sábados donde, por ejemplo, ahora están cotejando la lectura de los libros originales de Juego de Tronos con la serie de televisión.

“Gracias a Lucho la biblioteca me ha ayudado a comunicarme y relacionarme más con las personas porque era un poco distraído, pero gracias a venir acá me ha ayudado a ser más expresivo. Ahora leo un poco más, aunque me gustan más los cómics y los manga, que también son un tipo de lectura”.

De vecino a bibliotecario

Luis Fernando lleva once años viviendo en Ciudad del Bicentenario. “Soy de los primeros habitantes del barrio. Tengo veinticinco años y llegué adolescente, a los catorce. Cuando me mudé era algo increíble porque me gustaba el espacio de la comunidad, que era algo muy sereno”.

Con el paso de los años se formó como tecnólogo en Promoción Social y ha tomado cursos, talleres y diplomados a través del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), que es el responsable institucional de la biblioteca y quien lo contrata.

Pero antes de ser el coordinador en funciones, desde hace tres años, Luis Fernando hacía parte del Grupo Amigo de la Biblioteca, en el que distintas personas trabajan de manera voluntaria y gratuita por el desarrollo de la biblioteca.

Luis Fernando señala que a veces no da abasto: “Soy el único contratado, no tengo grupo de apoyo. Para la limpieza a veces gestiono con la fundación, los colegios y hasta de mi propio bolsillo, para cortar el monte y mantener esto limpio. Cuando debo salir a otras actividades, aquí solo queda el vigilante; le dejo indicaciones por si alguien quiere entrar a leer. ”. 

Durante el confinamiento por COVID-19 hubo que reinventar el funcionamiento. Entonces Luis Fernando se puso a realizar lecturas en las calles con megáfono y títere en mano. Cuando la conectividad mejoró empezó a trabajar virtualmente con los clubes de lecturas y los colegios del sector. Por fortuna, en esos meses aumentó el préstamo de libros porque leer se convirtió en una forma entretenida de atravesar aquel período. 

“Fue un proceso de reinventarnos. Ellos me escribían a través de la página o por WhatsApp. –Mira, necesito este libro–. Previamente hacía un proceso de desinfección de los libros, los envolvían en un paquete y les programaba la fecha de entrega de los libros”, explica. 

Para este 2022 la biblioteca reabrió sus puertas. Actualmente Luis Fernando está gestionando una impresora, tinta y hojas para que los niños puedan ver los cuentos que escriben y sus dibujos. “Nos hace falta más capacidad de almacenamiento, los estantes son muy pequeños. Si pudiera pedir otra cosa sería una ampliación de la biblioteca al área cultural y social mediante una radio comunitaria”. 

Además, se está ideando un club de periodismo con el objetivo de que los chicos investiguen, dibujen, creen crónicas y cómics; con ello le apuesta a la creación de un laboratorio. Con esas iniciativas espera que vengan muchos más muchachos y que pronto sean mucho más que diez.

Programas para todos

Los lunes es el día La Lectura en Voz Alta: desde las dos de la tarde niños y niñas participan en actividades que contribuyen a que tengan mayor seguridad a la hora de leer.

Los martes son los días de extensión bibliotecaria en Villas de Aranjuez, por las mañanas, donde se comparten libros y dinámicas con títeres. En el Centro de Desarrollo Infantil (CDI) se dejan libros para que realicen actividades. 

Los miércoles, de dos a cinco de la tarde, se reúne el ‘Tren del Saber – Baúl Infantil’ con veinticinco niños y niñas, entre los siete y doce años. Se realizan actividades de lectoescritura y se incentiva el arte con ‘Pinta tu cuento’ y ‘Escribe tu historia’. A través de la dinámica ‘Vamos a escribir qué hicieron hoy’, los niños relatan su día a día a través de las letras. Y en ‘Lee tu cuento’ arman una historia donde crean su personaje y son protagonistas. 

Los jueves la extensión bibliotecaria llega a Flor del Campo y La India, con distintas actividades.

Los viernes hay espacio para las tareas dirigidas, en la mañana y en la tarde. Con el apoyo de Sandra Gallego y Edilse López, líderes comunitarias del Grupo Hogar y de la señora Lila Buendía, se realiza acompañamiento a niños con déficit en la lectura. Algunos viernes se realiza el cine foro, como el de la Semana de la Afrocolombianidad. 

Los sábados se reúne el club de lectura ‘El Tren del Saber – Baúl Juvenil’ al que asisten diez jóvenes que escriben, ven películas y leen libros, de las diez de la mañana hasta el mediodía. El programa ‘Primero leemos el libro y después vemos la película’, permite que los chicos construyan una opinión crítica y comparen las narraciones. También debaten, investigan sobre el autor y la obra respectiva. 

El horario es de 7:30 a.m. a 5:50 p.m. Los días más concurridos son lunes, miércoles, viernes y sábados; los domingos no hay atención. La biblioteca cuenta con más de cuatro mil libros, suficientes para atender a la población escolar y que se van actualizando cuando la Biblioteca Nacional o la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Cartagena, a la que pertenece, envían material. Matemáticas y filosofía son las áreas más buscadas. 

La Biblioteca Distrital de Ciudad del Bicentenario fue donada por una iniciativa del gobierno japonés, en articulación con la Junta de Acción Comunal, la Fundación Santo Domingo, y el Distrito de Cartagena. 

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