UN BALÓN QUE ENSEÑA YURIZA Y ANDRÉS CAMILO MARTÍNEZ

Los une su lazo de hermanos pero también la pasión por el rugby; un deporte que a las distancia parece rudo pero visto de cerca es una escuela de vida de la que están aprendiendo los niños y niñas de Ciudad del Bicentenario. 

Son hermanos por parte de padre y vivían con sus respectivas madres, hasta que ambos fueron reubicados en Ciudad del Bicentenario como afectados por la ola invernal de San Francisco. Yuriza llegó en 2010. “No había ni colegio; me tocó estudiar en el Moderno, en la Bomba del Gallo. Me fue muy bien en la secundaria porque estaba acostumbrada a que me exigieran alto nivel académico”. 

Más tarde, en 2018, Andrés Camilo se mudó con su mamá y su otra hermanita a la manzana 79. Desde ese momento su relación con Yuriza se hizo más cercana. 

Ella tiene veinticuatro años y es ingeniera ambiental. En la universidad practicaba baloncesto. “Tenía una beca, pero no estaba contenta con los entrenamientos. El rugby me llegó hace siete años por una amiga del colegio que me invitó a conocerlo. Cuando empiezas a jugar, ya no dejas de hacerlo”.

“Este es un deporte muy competitivo, pero bastante inclusivo en el aspecto físico, no importa si eres flaco, bajo, alto o gordo. Esas ganas de demostrar que tú puedes ser mejor, aportar y compartir con otros fue lo que me motivó a practicarlo”.

Yuriza le insistía a Andrés para reunirse y luego de varios desplantes, él aceptó compartir más tiempo con ella. “Ella me invitó a entrenar. Fui a los entrenamientos y me dijeron que cogiera el balón, que chocara a la persona frente a mí y no hiciera más nada. Entonces pesaba 69 kilos y tenía dieciséis años”.

¿Golpear o esquivar?

“En unas vacaciones decembrinas, como no teníamos nada que hacer en Ciudad del Bicentenario, comenzamos a entrenar. Llevé a un primo para que jugara con nosotros y ahí fueron llegando otros niños curiosos”, menciona Andrés, quien hoy tiene veintidós años. Él nos recuerda el tipo de diálogo que ocurría después de la primera explicación:

—Ahhhh, eso es como el fútbol americano, uno tiene que ir y golpear a la gente.

—Pegarle a la gente, no. Tú tienes que desarrollar destrezas para evitarla.

—Ay, yo quiero aprender y saber cómo es.

Andrés o Yuriza les comenzaban a explicar la dinámica:

—Tienes que pasar el balón hacia atrás.

—¡No! Si paso hacia atrás, ¿cómo voy hacia adelante?

—Bueno mira, tu pasas y si el otro puede esquivar a la persona que tiene enfrente van avanzando.

—Ah bueno, sí, ¿dónde entrenan ustedes que yo quiero entrenar?.

“En esas le dije a Yuriza —Si no estamos haciendo nada ¿por qué no los entrenamos?—” Así surgió la idea de un vacacional gratuito. “Teníamos un balón deteriorado, pero nuestros respectivos equipos nos prestaron uno y cuatro conos. Con eso empezamos”, cuenta Andrés Camilo.

“Llegaron las clases en los colegios y el proyecto quedó pausado; cuando retomamos no podíamos regresar al lugar porque lo tenían ocupado jugando fútbol. Siempre ha habido un conflicto de espacios por entrenamiento y no concordábamos en los tiempos de uso”.

Yuriza también recuerda esos inicios. “Entrenábamos al lado de la Fundación Santo Domingo. A los dos meses la liga se contactó con nosotros porque Cleo, una corporación francesa, quería invertir en el rugby para niños”. 

Así se estableció en Ciudad del Bicentenario ‘Rugby Social por la Paz’, un proyecto que también se desarrolla en el Atlántico, en Tierrabomba, Palenque y el Pacífico colombiano “Quieren hacer uno en El Pozón, pero lo estamos evaluando”.

Adaptando un modelo

“Como todas las comunidades no funcionan igual, esta metodología es una adaptación a nuestro contexto de la que propone la Corporación Cleo. Por ejemplo, la encuesta de diagnóstico arrojó deficiencias en el comportamiento, el uso de palabras indebidas y mucha ausencia paternal. De esa manera, podemos aterrizar el plan de trabajo a la realidad de nuestros niños”. 

Luego de la intervención de Cleo, las actividades fueron más formales, gracias a los incentivos, las ganas y la participación; “Todo se volvió un poco más serio. Cada semana sacamos el tiempo para los niños, esto hace parte de nuestro diario vivir. Tenemos más de cien entrenando, entre los cinco y diecinueve años y esperamos que se duplique ese número” menciona Yuriza. 

Los entrenamientos se realizan los miércoles y viernes, de dos a seis de la tarde. “Como es un proceso de rugby con transformación social, el entrenamiento empieza con fase de calentamiento, donde se trasmiten valores; luego la fase de entrenamiento y al final la vuelta a la calma con la retroalimentación del trabajo realizado”. 

El rugby tiene más de treinta años en Colombia y su foco más competitivo está en Medellín. “Aquí en Bolívar hay unos diez equipos entre femeninos y masculinos. Los hombres usualmente juegan quince; las mujeres juegan el olímpico que es ‘seven’, de siete personas en cancha divididas por dos células separadas por un enlace, que une un tres con tres”. 

Inclusión y valores

“En el rugby, si eres grueso o gordo vas a los forwards; si eres flaco a los backs; si eres pequeñito te vas de enlace y si eres alto vas de flanker o segunda línea. En mi caso juego de wing en ‘seven’ y de fullback en quinces; centro por mi contextura y porque soy un poco rápida” enfatiza Yuriza. 

Las canchas se componen por cuatro partes: hay dos zonas de anotación o in-goal, para marcar el ‘try’ -como el gol en fútbol- que vale cinco puntos. Cuando lo haces tienes derecho a patear el balón, por dos puntos, para pasarlo por entre las ‘haches’, los palos laterales altos.

“Este es un deporte que hasta en la forma de jugarlo te expresa valores; no puedes avanzar si no pasas el balón: es una regla. No puedes jugar solo por más talento que tengas; si estás jugando y no eres el capitán, no le puedes hablar al juez de campo; en ese caso te pueden sentar con tarjeta amarilla o roja, dependiendo de lo que le digas”. 

Sus anécdotas casi siempre apuntan al compañerismo y solidaridad en el rugby. “Una vez, estando de viaje, otros chicos y yo no teníamos plata, pero los demás se hicieron cargo de nuestra alimentación. Si alguien no tiene guayos, en la cancha de entreno se soluciona. La unión que se consigue en el rugby es muy buena”, asegura Andrés. 

Yuriza lo ilustra con un ejemplo personal. Jugando baloncesto se dió cuenta de que era casi imposible que los compañeros compartieran sus zapatos con alguien a quien se le habían roto. En el rugby fue distinto. “En mi primer proceso de la selección Colombia en Medellín, mis zapatos se despegaron por el calor de la cancha. Una muchacha que estaba compitiendo conmigo me dijo —Yo tengo unos, te los presto—. No la conocía, pero me mostró la calidad de las personas que me rodeaban”.

Un Bolívar ‘Bicentenario’

Los hermanos distribuyen su tiempo entre sus estudios, trabajos y su labor social y deportiva. Andrés estudia Deporte en la Universidad del Magdalena. “Voy en primer semestre; viajo los fines de semana porque es semipresencial. Estoy bastante contento, quería hacerlo hace rato y es algo que me gusta”. También trabaja en un negocio de comida rápida que atiende junto a su familia. “Ahí me ayudo junto con lo que me pagan en la fundación. Ese es un apoyo, pero lo que me atrae es el rugby”.

Por su parte, Yuriza se ha formado como jugadora en el club Soberanas y en la liga de rugby. Además es investigadora ambiental del EPA. “Trabajo en tres proyectos de inversión de la misma área. Siempre estoy haciendo algo aquí o allá”. 

En Ciudad del Bicentenario ella tiene a su cargo a niños entre cinco y diez años; y Andrés entrena a los de once a dieciocho años. Algunas veces se turnan. Ella se encarga de los asuntos administrativos y él es más del campo. Pero en el equipo todos son familia. 

“Actualmente entrenamos con los niños detrás de La Salle, estamos esperando a que adecuen el otro lugar para entrenar con todos los elementos”. Con el apoyo de la Fundación Cleo pretenden formalizar el club para competir oficialmente; la idea es que de los semilleros salga el grupo competitivo. Sueñan con ver a sus pupilos siendo parte de la selección Bolívar, llegando a Medellín para competir con otros departamentos y representar a Cartagena. 

Niños y niñas de los colegios Jorge García Usta (La Salle), Gabriel García Márquez y de la comunidad en general están vinculados a este proceso. “Queremos que Bicentenario se haga notar. Ellos han sido muy receptivos, les encanta el deporte a pesar de ser diferente, raro y nuevo. En la comunidad no hemos tenido problemas, somos conocidos y siempre hay integridad en la calle”.

Hay quienes piensan en términos de obstáculos: que si los implementos, que si la cancha, que si los uniformes, que si la alimentación de los niños muchas veces no es la adecuada. Eso es cierto, pero si hay un deporte que se basa en superar los obstáculos como equipo, ese es el rugby.

Remate de nota, destacado a manera de recuadro

¡Subcampeonas!

Semanas después de esta entrevista el equipo femenino de Ciudad de Bicentenario fue a competir en el campeonato Interligas Nacional Juvenil, en Medellín, representando a la Liga de Bolívar. En una actuación extraordinaria para su corta experiencia lograron la medalla de plata. La final fue contra Antioquia, el actual campeón.

“Luego de no tener categoría juvenil, pasar a un segundo puesto nacional es un logro muy importante. A eso le sumamos el quinto lugar del equipo del equipo de los muchachos, que es muy meritorio. En septiembre hay otro interligas nacional en Medellín, en la modalidad de quince”. 

Para quien se anime en profundizar en las reglas y las medidas de la cancha de rugby, Yuriza recomienda esta página:

https://www.world.rugby/the-game/laws/law/1

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Bicentenario

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