Softbol para crear comunidad
Softbol para crear comunidad
Ir a jugar y a ver este popular deporte se ha convertido en un plan dominical infaltable para muchas familias del megabarrio Bicentenario y otros barrios cercanos. Allí los vecinos se juntan en un plan sano y van tejiendo lazos, quizás sin saber los nombres ilustres que han pasado por ahí.
Es que la cancha tiene su propia historia. Estaba escondida en medio de la espesa vegetación que tomó el campo durante varios años. A su alrededor hay buenos y viejos árboles de mango y tamarindo que fueron testigos de otras épocas, cuando aquel terreno hacía parte de la sede campestre de Telecartagena.
Entonces la cancha era un referente para quien practicaba la pelota caliente con regularidad en Cartagena. Aquí llegaban los equipos para entrenar y competir los fines de semana cuando esto era pura zona rural y se llegaba en el autobús que iba a Bayunca
Uno de ellos es ‘Billy’ Martin, cuyo nombre real y por el que ya nadie lo llama, es Julián Cañates Padilla. Billy dirigió equipos como el de la Universidad de Cartagena o los del barrio Daniel Lemaitre; por sus manos han pasado jugadores de grandes ligas como los hermanos Orlando y Jolbert Cabrera y otros muy destacados como Édison Mallarino, Álvaro Blanco, o Tomas Morelo.
“Esto era un tremendo campo, venía mucha gente buena, a divertirse bastante y a detallar todas las jugadas que hacíamos. Así aprendieron muchos jugadores que hoy en día son técnicos”, recuerda Billy.
Él es el responsable técnico del campeonato y siempre el primero en llegar. “A veces los vigilantes me dicen –¡Andaaaa, pero Billy tú si que vienes temprano!– y la verdad es que a mí no me gusta que me coja el sol. ¡Es que yo amo esto! Vea, me levanto de mi cama cualquier día y estoy pensando en esto; los sábados no me bebo una cerveza porque pienso que si me excedo el domingo no llego”.
“Mi responsabilidad es tener el campo excelente y listo, ayudar al sargento en coordinar a los equipos que lleguen y ponerle seriedad y disciplina deportiva a esto”, nos explica en medio del campo, la tarde soleada en que nos contaron esta historia.
¡En marcha!
El sargento a quien se refiere Billy es Republicano Losada Gaviria, pensionado de la policía. Él ha sido el gran motor de los campeonatos y la integración alrededor de ellos. Pero con sencillez, le da todo el crédito de la idea y el impulso al general (r) Julio Cesar Santoyo, también pensionado de la Policía Nacional y gerente de seguridad del macroproyecto.
“Él tuvo la idea de crear este campeonato hace más de año y medio. Algún día me lo comentó y me dijo –Hombre, busquemos para que las personas se reúnan y ya que aquí hay un campo, vamos a recuperarlo y darle la oportunidad a los habitantes de Bicentenario y los barrios vecinos para que se integren–”.
Republicano resultó el hombre ideal porque ha sido deportista toda la vida y, sobre todo, porque por años organizó el campeonato de microfútbol en el barrio El Prado, que convocaba a veinticuatro equipos de barrios como La Candelaria, La Esperanza, Olaya Herrera, Martínez Martelo o Amberes.
Republicano se dijo: si se puede con microfútbol, también se puede con softbol.
Así fue que comenzaron a recuperar aquella cancha oculta y que ahora hace parte del macroproyecto Ciudad del Bicentenario. Entonces se enroló a Billy, de la mano de don Jairo Sarmiento, un líder comunitario muy fuerte en el tema deportivo. Republicano se acercó a las Juntas de Acción Comunal y se comenzó con equipos de las Torres, Bicentenario, Flor del Campo y Colombiatón.
“Fue un cuadrangular muy rápido, a modo de una copa navideña, y hubo buenas premiaciones por parte de la Fundación Santo Domingo. Los equipos quedaron muy contentos y enseguida la gente se nos abalanzó –Mire, hermano, continuemos con este campeonato que es muy bueno –, me decían”.
El segundo campeonato se jugó con ocho equipos pues se sumaron colectivos de La Sevillana, Villas de Aranjuez, La India y hasta del vecino municipio de Santa Rosa o los Heroicos del Prado, su barrio.
Para ayudar llegaron las firmas Afilco, que provee la vigilancia de los terrenos; Limpred, que se encarga de la limpieza de los predios; y CROP, una empresa de asuntos jurídicos, todas con uniformes para los equipos. Del dinero que cada equipo paga por arbitraje se saca el pago de Billy y del anotador, que lleva las estadísticas y los registros oficiales.
Este tercer campeonato se juega con varones de dieciocho años en adelante hasta más allá de cincuenta o sesenta años, pues hay jugadores de esas edades que aún dan la talla para jugar con los más jóvenes.
“El año pasado agregamos cuatro equipos Plus 40 (de cuarenta años en adelante) y participaron las Torres, Bicentenario, Colombiatón y Flor Del Campo. Esta era la primera categoría aparte porque había que darle la oportunidad a la gente adulta. Tenemos planificado hacer un softball femenino para las muchachas de nuestros barrios y también se desarrolló aquí un campeonato de kickball que es como un híbrido entre el fútbol y el béisbol, con nueve jugadoras por equipo”.
Una cosa lleva a otra
Pero tanto campeonato y proyecto no caben en una sola cancha, con jornadas dominicales únicamente, de nueve de la mañana a cinco de la tarde, porque no hay iluminación nocturna. Habría que intercalar campeonatos, lo que los haría muy largo o empezar a pensar en los sábados, pero todo eso requiere logística y presupuestos.
“Este campeonato es de tres vueltas: la primera y segunda ronda es todos contra todos, pero en esta última clasifican los dos primeros como cabeza de los grupos A y B; en la tercera ronda se eliminan los cuatro últimos y quedan cuatro para jugar los play-off y la final”.
Republicano hace cuentas para explicar por qué un torneo deportivo se convirtió en una celebración comunitaria: “Son veinte jugadores por equipo, para un total ciento sesenta jugadores. Ellos traen a la esposa, a los hijos, al familiar o al amigo. También viene gente de otros barrios solo para verse un dominguero y escuchar la música que ponen en los parlantes y a veces hasta para mover el esqueleto”.
El éxito del campeonato ha ayudado a consolidar una iniciativa pedida por la comunidad. En el espacio al lado comenzaron las adecuaciones para una cancha de fútbol con medidas reglamentarias, por iniciativa del macroproyecto. Allí se podrían organizar entrenamientos y campeonatos de fútbol regular, ya que el formato más pequeño, llamado Fútbol 7, desde el año pasado tiene una cancha con todos los requerimientos técnicos en el corazón del megabarrio.
Amor y control
La entrada es controlada para asegurar que la gente llegue a lo que es: disfrutar sanamente un domingo en comunidad. Adentro se vende sancocho, algún desayuno, pasteles y bebidas por parte de vecinos autorizados para ese efecto. Hasta mangos y tamarindos se llevan gratis, cuando hay temporada de cosecha.
Luis Alberto Patrón Causil, de 34 años, conoció de primera mano los tiempos de Telecartagena.
Recuerda dónde estaba el kiosco de dos pisos con un restaurante abajo y una cantina arriba; recuerda el parque con toboganes y columpios para los niños, así como la cancha de tejo, la de fútbol y la que servía para baloncesto y microfútbol; también las gradas de la cancha de softbol, la casita para marcar carreras y el enrejado de malla que la rodeaba.
Y si lo recuerda tan bien es porque aquí se crió y toda su vida ha vivido en este sector. De niño venía a recoger el material desechable y a acompañar a su tío a limpiar esta misma cancha que ahora se está recuperando para la comunidad.
“Los domingos esto era un espectáculo. De este lado también estaba el colegio Sagrado Corazón de Jesús. Cuando eso no existían ni Flor del Campo, La India, Colombiatón, Bicentenario o La Sevillana; solamente estaban las casitas de nosotros que siempre vivíamos ahí, con mis abuelos, mis tías y mis primos.
“Ahora los domingos estoy pendiente de la limpieza de la cancha, regándola, viendo al personal que entra y controlando que todo esté en orden. La gente ingresa por la entrada principal en la Cordialidad, ahí se pide nombre y se registra la cédula de toda la gente, así sean trescientas personas; también se toman las placas de los carros que parquean”, explica.
“El campeonato me gusta mucho, aunque me toca trabajar en domingo uno aquí se divierte y se distrae. Incluso estando de descanso a veces me aburro en la casa y le digo a mi esposa –Vámonos al campo a divertirnos un rato–”.
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Hoy es un día de entre semana. La tarde está luminosa y la cancha vacía. Billy, Republicano y Luis Alberto se entusiasman contando cómo es la fiesta deportiva y el proceso para llegar a ella.
“Sí habría algo urgente que hacerle a la cancha sería la gradería, porque la gente necesita una sombrita, aunque ahora tengan donde sentarse y se sienten muy acoplados”, dice Republicano.
Los hechos llevan al optimismo: ahora el campo drena y está adecuado, algo impensable hace un par de años cuando estos hombres y varios vecinos más se pusieron manos a la obra; ya se insinúan aquellas otras mejoras, empujadas por el entusiasmo de la comunidad; la cancha de fútbol viene en camino; quizás el softbol femenino o el kickball encuentren sus nichos en la programación y esta se extienda al sábado.
En este espacio florece un nuevo tejido comunitario en el que el deporte, la buena vecindad y el orden son los protagonistas. Eso es mucho para apenas año y medio de haber comenzado a soñar.
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