INSTITUCÓN EDUCATICA GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Muchos niños de Ciudad del Bicentenario y los barrios aledaños tienen un beneficio que quizás solo comprendan más adelante en sus vidas: estudiar en colegios con infraestructuras como de primer mundo y con buena calidad educativa. Crecerán con ese estándar como lo normal. Y eso es un enorme avance.

La Institución Educativa Gabriel García Márquez es un buen ejemplo.  Salones amplios y ventilados, con acabados e instalaciones que deberían durar muchos años con el debido mantenimiento, espacios múltiples, zonas verdes y una biblioteca que tiene el mismo buen tamaño que tiene la del barrio.

Cuando la obra estuvo lista la Secretaría de Educación le dio a la Iglesia Centro Evangélico la responsabilidad de ser la operadora del proceso. El 8 de febrero de 2017 empezaron las matrículas y el 24 de ese mes ya estaban en clases.  

El pedagogo y matemático Evelio Trespalacios Orozco, nacido en Marialabaja pero lleva cuarenta años viviendo y trabajando en Cartagena estuvo desde esas primeras de cambio. Le ofrecieron ser el rector, pero no quiso. “Cuando llegué no vi sillas ni un tablero, no había absolutamente nada. Sabía que como director sería responsable de situaciones como esa”. Se mantuvo ese primer año como coordinador y al siguiente, con el colegio mejor dotado, asumió la rectoría.

Hoy el colegio cuenta con todos los niveles, desde transición hasta grado once. Tiene 1.467 estudiantes, algo más de niñas que de niños -como es usual porque así también es la población colombiana- y es de jornada única.

Un comienzo difícil

El lema de la institución, ‘Una escuela al alcance de todos’, responde a la atención que se presta a Ciudad del Bicentenario y los barrios circundantes: Villas de Aranjuez, Colombiatón y Flor del Campo, principalmente. “El 65% de nuestros estudiantes son de Bicentenario, pero nuestro servicio se presta a toda la comunidad aledaña. Estamos a su servicio y creemos que ellos también se sienten satisfechos con nuestra labor”. 

Las dificultades sociales y la procedencia de distintos barrios y sectores se reflejaban en aquellos primeros años. “Se presentaron muchos problemas de convivencia; pero a medida que hemos ido trabajando, se han afianzado los procesos y hemos logrado un avance significativo”.

El rector Trespalacios recuerda cómo en ese primer año “en medio de cualquier descanso se formaba un montón de peleas; esto era un campo de batalla porque había líneas imaginarias, chicos de sectores distintos que se encontraban aquí. Los problemas de la casa y el barrio se ‘solucionaban’ en el colegio sin ningún tipo de comunicación”. Atendiendo a esto, la institución empezó a trabajar en la importancia del diálogo con los estudiantes. “Hoy se nos pueden presentar uno o dos inconvenientes por mes, hay una diferencia muy notoria”. 

También recuerda las dificultades alimentarias. “Al principio, el noventa por ciento de los estudiantes llegaban desayunando un frito y un juguito en bolsa. Entonces esperamos el momento para ganar confianza y tocar el tema con la comunidad. Se conversó con los profesores que los niños deberían intentar comer más sano y llegar desayunados desde la casa. La información se replicó con los estudiantes y a los pocos días vimos resultados; la comunidad fue receptiva”.

Los niños de la institución tienen un gran poder de convocatoria, asegura el rector. “Cuando hay una reunión de padres, logran que asistan sin excusas casi todos los padres, es algo bonito”. 

El rector Evelio cree que en los procesos educativos nada se da en segundos o minutos; que se debe ser persistente en el mensaje y la acción pedagógica. Un ejemplo: al principio no había timbre o campana, pero se estableció un código para avisar de una visita a la institución.

“Todos entendían que debían organizarse en su salón. Luego, tuvimos la oportunidad de recibir durante dos días a más de cien rectores en un evento de la Secretaría de Educación. Los visitantes no creían que estaban en clases por el silencio y el orden que se sentía. Hasta me pidieron subir al segundo piso, donde están los salones de clases para ver sí estaban todos allí y cómo era la cosa”, cuenta.

Un proyecto de vida

La trabajadora social de la Corporación Universitaria Rafael Nuñez, Aura Cuadro es una de las quince funcionarias del colegio que vive en Ciudad del Bicentenario. Llegó hace ocho años al barrio y al colegio en 2019.

“Cuando entré a la institución, estaba un poco peleada con Dios por muchas cosas y aquí me encontré con un mensaje más espiritual que religioso. Me reencontré conmigo misma, supe lo que quería, cuál era mi papel”, nos cuenta.  

“Descubrí que quería desarrollar mi labor desde las relaciones sociales y la educación. Trabajar con los estudiantes el manejo de la convivencia, la resolución de conflictos; unir la teoría a la práctica y sumar la parte espiritual a cada contenido”.  Ahora su proyecto de vida está enfocado en darle continuidad a ese proceso. 

Por supuesto, le corresponde trabajar con los retos y dificultades de una población infantil y juvenil como las de este sector de la ciudad. Un ejemplo está en la problemática del embarazo adolescente, común en los distintos colegios.

“A través de un proyecto de educación sexual, trabajamos en prevención de embarazos, enfocado al respeto por el cuerpo. Actualmente tenemos estudiantes en embarazo y lactancia, a quienes les brindamos un acompañamiento psicosocial; vinculamos a su familia para enseñarles cómo afianzar esas relaciones, porque a su edad es difícil aceptar esa nueva responsabilidad. De igual manera, les acompañamos para que logren retomar sus actividades académicas”, explica.

El día a día

“Los directivos tratamos de llegar antes de las seis de la mañana. Eso nos permite comunicarnos, revisar qué podemos mejorar, hacer una evaluación del día anterior y la planeación de la semana”, explica el rector.

Atendiendo a que el Centro Evangélico es administrador de la institución, cada mañana se hace un devocional. “Los profes tomamos diez minutos para orar y agradecer a Dios. Luego damos los anuncios de las actividades”.

Los niños entran a las seis y cuarenta y cinco. Los directores de grupo están en los salones listos para darles la bienvenida y saber cómo están. “Los estudiantes de primaria permanecen en el colegio hasta la una y media de la tarde; transición hasta las doce y treinta; y los de bachillerato hasta las dos y quince de la tarde. Todos cuentan con el plan de alimentación escolar y horario de descanso acorde a los lineamientos del Ministerio de Educación”. 

Los trabajadores cumplen el horario de seis y media de la mañana a cuatro de la tarde, de lunes a jueves, y los viernes hasta las dos de la tarde. “El colegio tiene cuarenta y tres docentes; tres coordinadores, una trabajadora social, una psicóloga, la secretaria, la bibliotecaria y el rector. En servicios generales hay cinco y se suman también los vigilantes. Tenemos un buen equipo de trabajo comprometido con el proceso. Luchamos por hacer las cosas bien”. 

#Nuestros docentes cumplen con los perfiles requeridos porque la enseñanza no se puede negociar. Se han dado algunos cambios de profesores porque reciben nombramientos, pero también en eso los apoyamos porque todos buscan mejores oportunidades. Pero tratamos de conservar la planta docente en, mínimo el ochenta por ciento con el fin de dar continuidad y sostenibilidad a los procesos académicos y comunitarios”. 

Un mundial en casa

Mientras que para Aura el foco está en lo psicosocial, el rector debe mirar al colegio como un conjunto. 

“Vamos por buen camino, pero nos faltan ciertas herramientas; añoramos una sala de audiovisuales con un video beam, sonido y un televisor para manejar una enseñanza visual que atraiga más la atención de los niños; tenemos carencias en material didáctico; un espacio tan bueno como la biblioteca no cuenta con aire acondicionado y no brinda comodidad para que los niños estudien de forma adecuada. Estoy seguro que contar con esos elementos lograría una transformación positiva”, dice.

Junto a eso, los avances y las buenas noticias.

“Cada año el colegio mejora poco a poco en las pruebas oficiales y la Secretaría ha reconocido esos pequeños pero significativos avances. Recientemente organizamos un campeonato de fútbol inspirado en el Mundial de Qatar 2022: treinta y dos selecciones y treinta y seis grupos, así que cuatro tuvieron que repetir país. Tuvimos la bonita experiencia de presentar a las selecciones en una caminata; los niños con sus uniformes, los padres de familia; una banda de paz, una papayera y los profes en pleno. Todos unidos con el mensaje que somos una sola familia y estamos aquí para ayudar a mejorar”, cuenta. 

“Ver a más de quinientos niños como deportistas, acompañados por sus padres, sabiendo los sacrificios que hicieron para adquirir sus uniformes, nos demostró el compromiso familiar que se ha generado”, dice el rector Evelio. 

Para el próximo año, el rector tiene grandes sueños. “Aunque contamos con la Fundación Batuta que trabaja la música con los niños, me gustaría que el colegio tuviera una banda de paz -no de guerra- conformada por los estudiantes. Los padres ya han manifestado ese interés y estamos mirando cómo conseguir los instrumentos; contamos con el recurso humano, nuestros niños y niñas. Llevar tranquilidad y paz a través de la música, estimularía mucho a los estudiantes y a sus padres”.

El retorno a la semilla

El rector Evelio viene de una familia en la que hay unos veinte educadores y su esposa también lo es. Sin embargo tiene una vocación desde niño por las plantas. Habla con entusiasmo de las matas de plátano y las palmas que ha sembrado en el colegio. Mientras lo hace le cambia el semblante y se pone risueño.

“En el pueblo tengo una parcela en la que siembro cada año. Me gusta la naturaleza, tanto como me apasiona la educación. Cuando mis hijos terminen sus carreras y se independicen, pienso instalarme allá con mi esposa; quiero una vejez tranquila y segura”, dice. Su Marialabaja y su parcela lo esperan, pero quizás el colegio lo retenga unos años más.

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