HILANDO OPORTUNIDADES

Soñemos un poco: ¿qué tal montar un taller de confección con buenas máquinas y una guía con muchísima experiencia; un taller que les dé trabajo y conocimiento y poder a mujeres de la comunidad incluso para tener su propio emprendimiento? ¿Y qué tal que trabajaran en economía circular, con textiles de desecho o que puedan surtir a las empresas, hoteles y restaurantes de Cartagena?

Tal taller existe. Se llama Hilando. Y queda en Ciudad del Bicentenario.

Nació en medio de la pandemia. Había unas buenas máquinas industriales que meses atrás habían quedado aparcadas tras cuatro años de uso de un convenio entre diversas organizaciones. También había un espacio apropiado en el galpón cercano a la rotonda de ingreso y muchas necesidades por atender en la comunidad. 

Comenzaron haciendo unos tapabocas especiales, con telas recicladas y mucho aprendizaje y error. También ajustando todas las piezas para convertir esto en una experiencia productiva con todos sus componentes: proveedores, clientes, trabajadoras bien formadas, ritmos y escalas de producción. Esto es: pasar del entusiasmo en una máquina casera a hacer parte del tejido productivo de la ciudad.

Quizás lo que mejor resume el avance en estos dos años es el pedido que terminaron esta madrugada porque había que entregarlo a las ocho de la mañana al restaurante Marea, ubicado en el Centro de Convenciones, en el Centro Histórico. En el gran tablero en columnas, organizados por tallas y género -masculino y femenino- el pedido completo que pasó de las palabras escritas a mano a las prendas que fueron entregadas esta mañana:

12 camibuso masculino y 9 femenino. 

24 camisas de cuellos Nerú sin bolsillo, masculino y 16 femenino.

6 camisas cuellos Nerú, masculino, antifluido.

30 pantalones dril caqui clásico masculino y 16 femenino

3 pantalón lino Kennedy beige

6 delantales con bolsillo

37 micos sin bolsillo 

Entre aquellos tapabocas iniciales hasta un pedido así, entregado a tiempo y con la calidad necesaria para una restaurante de ese nivel, hay todo un complejo proceso en el que han intervenido muchas manos y entusiasmos.

Aprender y producir

Mariana Castilla y su esposo tienen tres hijos pequeños. Llegaron a la manzana 74 de Ciudad del Bicentenario hace unos siete años como damnificados por la falla geológica en San Francisco. Hoy está trabajando en un nuevo pedido, mientras que sus compañeras que anoche tuvieron que dar el empujón final al pedido de Marea están descansando.

“Este es un taller muy hermoso en el cual nos da la posibilidad de trabajar a mí y a todas las chicas que están aquí, muchas son madres cabeza de familia y a través de este taller vemos que podemos superarnos y tener ingresos para nuestros hogares; estamos aprendiendo cada día más, avanzando este proyecto de vida que tenemos como persona y es de mucha ayuda para nosotras y nuestras familias”, nos dice en un momento de pausa.

“Llegué aproximadamente hace más de un año, cuando la pandemia nos golpeó más fuerte porque mi esposo que trabaja en el sector turístico fue uno de los más afectados y nos quedamos sin ingresos”, explica.

La confección le gustaba desde antes y tenía unos conocimientos mínimos en máquina casera. “Aquí empecé con máquinas industriales que son más rápidas y se manejan a otro nivel. Primeramente trabajamos por producción de acuerdo a mi rendimiento, mis compañeras y la directora del taller, la ‘seño’ Teresa, me fueron ayudando en esas cosas que me hacían falta para que realizara bien los procesos como se hacen aquí”.

Mariana le tomó tal gusto al aprendizaje y a las máquinas que compró la suya, también industrial, para atender pedidos en la casa en los tiempos que le deja el trabajo y la responsabilidad de los hijos. Lo ve como un salvavidas económico en la eventualidad de no tener el taller como su principal ingreso. 

Eso no se ve en el horizonte pues lo que está haciendo el taller es crecer, pero ella es previsiva y eso está muy bien. Es lo que los técnicos llaman “dejar capacidad instalada”: es decir que los aprendizajes queden en la comunidad y si un proyecto se va, la gente autogestione con lo que aprendió.

La ‘seño’ Teresa

Una vez en marcha el proyecto se vió la necesidad de que un operador con experiencia se dedicara a gestionarlo y hacerlo crecer. Fue entonces cuando llegó la Fundación Grit, una entidad cuyo principal foco de acción son las madres cabeza de familia y niñez desamparada en Cartagena. Con ella vino Teresa Useda, la ‘seño’ de este taller, quien tras veinticinco años de experiencia, muchos de ellos como instructora del SENA, se dedica a enseñar en la práctica y hacer que el taller funcione como un todo.

Teresa nos cuenta que después de los tapabocas incursionaron en uno de los pilares actuales del Taller Hilando: productos elaborados con desecho textil.

Una de sus fuentes son las empresas, que tienen que dotar varias veces al año de uniformes nuevos a sus operarios. Entonces le donan al Taller Hilando los uniformes viejos y estos se tratan aquí, se los desarma y se les da nueva vida en dos tipos de prendas. Por una parte, accesorios como bolsos, morrales, cartucheras, cosmetiqueras o delantales. Por otra, prendas de vestir de acuerdo a tendencias del mercado. Otra fuente de desecho textil son diseñadores de la ciudad, así que combinando el rudo material industrial con el color y el diseño de estos últimos se obtienen piezas durables y hermosas al mismo tiempo. 

Y en el proceso de ampliar clientes se comenzó con los uniformes de dotación para empresas, hoteles y restaurantes. “Nuestro sentir no es hacer la producción de uniformes como las demás empresas, sino dar una prenda, que aunque sea uniforme tenga un nivel alto de calidad y que el empleado que lo utilice se sienta muy bien vestido. Ese es el ADN de este producto nuestro”, explica.

El pedido que se terminó anoche para Marea no es el único. “Tenemos aprobadas dos producciones de uniformes; uno con la transportadora Transmamonal y otra con la empresa Dismel, que  comercializan licores, vinos y  similares”.

Pero hay que seguir pedaleando en busca de nuevos contratos que mantengan el taller a todo vapor y ojalá creciendo, pues aún hay algunas máquinas disponibles. Por eso deben conseguir nuevos clientes y esperan que el sector productivo de la ciudad se entusiasme y se sume a su iniciativa.

El proyecto emplea hoy a once mujeres de Ciudad del Bicentenario, en general madres, con salario y prestaciones y alguna flexibilidad en los horarios para que, por ejemplo, puedan atender a sus hijos en edad escolar antes de ir al colegio. Ocho son operarias;  dos, cortadoras y una más, patronista. Además tienen una planchadora y patinadora para el manejo de los insumos que está en fase de aprendizaje. Cuando hay pedidos muy grandes tienen cuatro mujeres más que trabajan desde la casa por contrato, cosiendo el material que se les entrega cortado desde el taller.

Veinte minutos

En la Fundación Santo Domingo, gestora de la iniciativa y en cuyas instalaciones opera el proyecto, la entusiasta mayor ha sido Dolly González, su gerente de Desarrollo Social.

Ella explica que la génesis del proyecto está en uno anterior, en el que participaron la Fundación Evolución Caribe,  la Alcaldía de Cartagena a través del Plan de Emergencia Social Pedro Romero (PES), la Fundación  Santo Domingo, el SENA y el Ministerio de Cooperación Alemán a través de la Confederación Alemana de Cooperativas- DGR. Estaba dirigido a la formación para el empleo dirigido a población en situación de pobreza extrema, vulnerabilidad y desplazamiento, de las comunidades de Ciudad Bicentenario, Villas de Aranjuez, Colombiatón y Flor del Campo. 

“Ahí se generaron varios ambientes de aprendizajes para formar personas en construcción, confecciones y electricidad, con el fin de mejorar la  calidad de vida, desarrollar capacidades productivas que les facilitaran una vinculacion laboral”.

El proyecto fue exitoso, pero cumplió su ciclo en 2019. Se acordó que las diversas máquinas pasaran a manos de la Fundación Santo Domingo, que había sido la responsable del mantenimiento, para buscarles un nuevo proyecto y no quedaran arrumadas, como ha pasado muchas veces con proyectos similares.

Llegó entonces la pandemia y la historia que hemos venido contando.

“Desde el Taller Hilando en Ciudad del Bicentenario se hilan no solo tejidos, sino sueños, oportunidades y proyectos de vida, y se materializa el modelo pensado para Ciudad del Bicentenario, en donde a menos de veinte minutos de tu casa encuentras empleo, educación y toda la oferta social de la cual se dispone en este mega barrio”, resume Dolly.

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