Una cancha con mucho fondo
Los vecinos habrán notado que hay una nueva cancha de fútbol en la Zona Verde 73. Algo sencillo, aparentemente. Lo que no se percibe a simple vista es la complejidad debajo suyo, ni los beneficios comunitarios y urbanos que trae consigo.
La cancha era una necesidad urgente. Desde el comienzo del macroproyecto los muchachos empezaron a jugar de manera espontánea en el descampado destinado a actividad comercial, pero este se necesitará cada vez más en la medida en que el macroproyecto siga creciendo. Además, la población ha ido en aumento y con ella también lo han hecho las escuelas deportivas y las necesidades de recreación.
Se escogió la manzana 73 porque es un espacio destinado como espacio de recreación y zona verde en el macroproyecto urbanístico. Además se ubica en un punto central respecto de lo que ya está desarrollado.
El desarrollo del macroproyecto indicaba que era necesario ir más allá de aquel campo espontáneo y empezar a construir infraestructura deportiva con las condiciones técnicas adecuadas. Se comenzó con esta cancha de fútbol 7, según las medidas de la FIFA, ya que era lo que mejor se adecuaba a este espacio, destinado a ser también un pequeño parque y pulmón urbano.
Las medidas de la cancha son 54 metros de largo por 34 metros de ancho, que cumplen con las reglamentarias de fútbol 7 y puede servir para que entrenen equipos con unos cuantos miembros más. No será la única, como se verá más adelante.
Más fútbol, más deportes
Tras dos meses de trabajo, la nueva cancha se le entregó a la comunidad en diciembre. “Ha sido un éxito. Todo el mundo quiere practicar allí y los fines de semana hay partidos amistosos. Ahora se está jugando un torneo organizado por el Club Deportivo Ciudad de Bicentenario que se llama ‘Comunidad Unida’, al que vienen clubes de categorías pequeñas de otros barrios como Villas de Aranjuez, El Pozón o La India”, nos cuenta Dora Guzmán Ledezma, profesional en Gestión Comunitaria de la Fundación Santo Domingo.
Las categorías para equipos más grandes que los de Fútbol 7 están jugando en la cancha de Flor del Campo, el barrio vecino, sin que haya problemas -como los de otras épocas- por el paso de un lugar a otro. Las canchas y el deporte están ayudando a borrar fronteras imaginarias.
La cancha será como espacio de entrenamiento para escuelas como la de Germin Silgado y su Bicentenario Fútbol Club, así como la de iniciación deportiva que maneja el IDER para muchachos de la comunidad y que lleva cinco años operando en el barrio.
“También será la sede principal de entrenamiento del Club Deportivo Ciudad de Bicentenario que se está conformando con una primera modalidad en fútbol, beneficiando a ochenta niños y jóvenes entre los siete y dieciocho años en cuatro categorías diferentes”, explica Dora.
La idea es que el Club Deportivo Ciudad del Bicentenario integre las otras disciplinas deportivas que hay en nuestro territorio. Ya hay un operador ayudando a estructurar la iniciativa y dotar de uniformes y elementos deportivos a los niños y niñas.
Si se suman las distintas escuelas y las cuatro categorías del club deportivo es importante organizar los tiempos, por los que tras una reunión con los entrenadores se pactó un horario en un mural y se suele compartir la cancha por mitades.
Todo esto ayudará principalmente a las escuelas de los más pequeños, pero no hay que olvidar las categorías más grandes, que sueñan y necesitan una cancha para fútbol 11, que es el formato que conocemos en los estadios grandes, a donde sueñan con llegar muchos de ellos.
Por eso se está adecuando un nuevo espacio en la zona verde cerca del campo de sóftbol y que no es muy lejano de la manzana 33. El tamaño del predio permite acomodar un campo más grande. Allí práctica una pequeña escuela del sector y también se va a hacer una pequeña adaptación a la portería para que también se pueda jugar rugby, un deporte que un par de jóvenes están impulsando. También se está pensando en hacer este año unas jornadas extracurriculares.
Los órganos de la cancha
Como parte del desarrollo del macroproyecto Ciudad del Bicentenario, la zona verde 73 le fue cedida al Distrito, el responsable del desarrollo de los espacios recreativos en la ciudad, como es la finalidad de ese predio. Sin embargo, el macroproyecto tiene un sentido integral y por eso la Fundación Santo Domingo sigue desarrollando las propuestas urbanísticas que mejor se adecúan a cada entorno, para recomendarle al Distrito. También para buscar oportunidades con otras instituciones y desarrollar en conjunto estas ideas mediante alguna alianza.
Debajo de la cancha hay una serie de capas, cada una de material distinto. Así como en el cuerpo humano tenemos órganos internos que no se ven, pero son lo más importante, cada uno con su propia función, igual sucede con una construcción como esta: en la superficie se ve solo la capa final, pero lo más importante está debajo.
El trabajo pŕactico comenzó con un descapote de terreno de unos quince centímetros para retirar todo el humus y el material orgánico. Luego hubo que sacar todo ese material del terreno para depositarlo en sitios autorizados.
Después se hizo una capa llamada ‘subrasante’ a la que se le aplicó una máquina vibradora para que pueda resistir mejor la carga. Encima de esta va una capa de triturado de diez centímetros de espesor, también compactado. Luego otra capa de un residuo arenoso de otros diez centímetros, también extendido y compactado para que el material no se disperse con el agua y el viento.
A toda la estructura se le construyó un bordillo perimetral de confinamiento, de doce por veinticinco centímetros, que es como una ‘cama’ que aisla la estructura del terreno natural. También cuenta con un sistema de desagüe para cuando, por ejemplo, cae un aguacero.
Desde arriba solo se ve la capa final y las dos porterías, pero lo que está abajo es lo que les permite a los jugadores tener un terreno apto para sus esfuerzos, que ayude a prevenir lesiones y que con un mantenimiento sencillo durará varios años.
Un artesano transformado
Antes mi vida había sido un desastre: estaba en las pandillas, drogas, atracador y todas estas cosas. Pero luego me predicaron la palabra del Señor: ahora tengo quince años de ser cristiano y de haber salido de ese mundo”, dice en la casa donde vive y tiene el taller, en una esquina de la supermanzana 71.
Entre los deditos de que soy el liderazgo comunitario
Él se llama José Alfredo Mercado Sincelejo, pero le dicen José ‘Deditos’: no le molesta sino que lo toma como una seña de identidad. Nació en Palitos, Sucre, pero desde los siete meses se crió en el sector Playa Blanca, de Olaya Herrera. Ella se llama Yesmin Piñeres Simanca y creció en el mismo sector.
Reciclador por vocación
Hace muchos años Manuel Isidro Gándara salió de Corozal como desplazado por la violencia, sin futuro a la vista y sin un peso en el bolsillo. Hoy es un líder experimentado en el campo del reciclaje, que tiene en la cabeza datos, ideas y propuestas que pueden ayudar.
La oportunidades de la basura
Nelcy Gómez Díaz fue reubicada en Ciudad del Bicentenario desde el barrio San Francisco. Vive aquí hace cinco años con su hija y sus dos nietos. El mayor estudia en el colegio Jorge García Usta y el menor, de tres años, nació en el barrio. “Acá nos dieron la bendición de tener una casa confortable y grande, con la posibilidad de ampliarla. También tenemos un parqueadero y un salón comunal”.
Color esperanza
Larry, de veinticinco años, llegó a Ciudad del Bicentenario en 2012, cuando tenía quince. “Mis primeros cuatro años los viví en Medellín. Mi padre, Arturo, trabajaba en Yamaha y disfrutaba de su pasión por el hip-hop, que luego lo llevó a convertirse en DJ Corpas, bastante reconocido en Colombia y afuera.
En la sala de GEO
Geovani María Herrera Castellar es una de las vecinas más antiguas y con más liderazgo en Ciudad del Bicentenario. La adversidad la hizo más fuerte. Y aunque ha cumplido sus metas, ahora va por más. Su vida es como una novela con final feliz. Nació de una manera muy inusual: en un bús que iba…
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