La oportunidades de la basura

El manejo de la basura es un tema crítico para la vida en comunidad. En Ciudad del Bicentenario tenemos varias modalidades, cada una con sus tensiones y problemas propios. Pero también hay soluciones en marcha. La tendencia: avanzar hacia una economía circular en la que el buen manejo de los residuos sean una fuente de bienestar para todos. 

Hay contenedores de basura para las torres y el sector de casa de dos pisos, pero también hay recolección directa en el sector de casas de un piso. Y está el manejo para los conjuntos cerrados del sector Parques de Bolívar. En este artículo nos concentraremos en el manejo de residuos en los sectores abiertos, de la mano de sus vecinos y protagonistas. En la primera parte Rudy Márquez Guerrero y Nelcy Gómez Díaz nos ayudarán a entender la situación actual. En la siguiente, Manuel Gándara y John Berrío nos ayudarán a pensar caminos de solución que están en marcha.

Una labor sin fin

Rudy es cartagenero de nacimiento y hace seis años llegó a Ciudad del Bicentenario desde el barrio Las Delicias. Tiene tres hijos que viven con su madre y aquí conformó su hogar al lado de Candelaria Caraballo Mesa y su hija, en la supermanzana 75-B. 

Desde que llegó al barrio trabaja con los contenedores de basura. Todos los días, desde las seis de la mañana hasta las tres y media de la tarde –con una pausa para almorzar– les hace mantenimiento, los lava y está pendiente de que los vecinos no echen basura en el suelo. 

“El camión pasa los martes, jueves y sábados a cualquier hora. El martes es el día más duro porque se acumula la basura del sábado, domingo y lunes. Entonces saco dos tanques, pero no dan abasto; cuando llego en la mañana están llenos y con un montón de basura por fuera”, explica. 

En esta supermanzana hay un par de construcciones destinadas a alojar los grandes tanques verdes, que a su vez reciben la basura. Estos tanques son los que Rudy saca de uno en uno a la calle para entrarlos de nuevo en la medida en que se van llenando. Se ven limpios y hay unos diez por cada cuarto de acopio. Sin embargo, la mayoría están rotos o con daños en las ruedas. La responsable de cambiarlos es Pacaribe, la empresa recolectora de la ciudad. Sin embargo, dice Rudy, no han sido cambiados a tiempo, a pesar de que se le ha solicitado a la empresa.

“En la noche dejo los tanques afuera, los recicladores llegan desde las tres de la mañana abren la basura y la dejan en el suelo, luego los perros la reparten por ahí y en la mañana me toca recoger todo eso de nuevo. Si llego tarde, la gente que ve el tanque repleto pone la basura en el suelo, así que mejor aprovecho y vengo temprano. A las ocho o nueve de la mañana ya estoy relajado porque todo está limpio y los tanques vacíos”, explica. 

“Con frecuencia algunos vecinos vienen a botar la basura justo cuando el camión recién se ha ido o también viene gente de otras partes a echar su basura aquí. En otros sectores de Bicentenario abren su zona de basura solo los días que viene el camión, pero aquí permanece abierto y por eso aprovechan. He tenido bastantes problemas por eso: ya los distingo cuando vienen con su carretilla a echar la basura”, dice. 

“En las torres no pagan administración y eso repercute en que a mí no me paguen bien. Pero a los vecinos se les mandan los recibos de cobro y es como si no les mandaran nada. Hay gente que debe bastante plata y no les importa. Con la administración no tengo ningún contrato, el trabajo que hago no tiene el sueldo que en verdad merece, ni siquiera llega al salario mínimo. Por eso también me rebuscó reciclando toda la pasta plástica gruesa, los tarros y el aluminio. Pero lo que gano es para medio sobrevivir: lo de un mes es para el arriendo y lo del otro, para la comida. Mi mujer no trabaja y no me alcanza para comprar nada más para mí o para ella”, dice. A pesar del poco pago, Rudy se siente orgulloso de su trabajo y le gusta hacerlo bien, sin desgano. 

“Si pudiera mejorar algo es que la gente viniera a botar la basura a las horas que son; que la trajeran en bolsas, porque si está suelta se pega en los tanques y no cae en el camión. Eso deja mal olor, no porque los tanques no se laven bien sino por los restos de basura pegados. Le he dicho eso a la gente, pero no entienden”. 

Rudy señala la zona de bloques con pequeños orificios que reemplazaron a las ventanas originales: “los vecinos tiraban la basura desde afuera y caía en todo lado, hasta en las paredes. A mí me tocaba lavar todo eso”. Hoy, en cambio, los cuartos se ven limpios y los tanques en su lugar. Incluso también lo está el piso de cerámica, roto por muchos lados y visiblemente inadecuado para todo el peso que debe resistir.

Es un miércoles de mañana. El camión pasó ayer. Y la labor de Rudy ha vuelto a comenzar como todos los días. 

Una líder inesperada

Nelcy Gómez Díaz fue reubicada en Ciudad del Bicentenario desde el barrio San Francisco. Vive aquí hace cinco años con su hija y sus dos nietos. El mayor estudia en el colegio Jorge García Usta y el menor, de tres años, nació en el barrio. “Acá nos dieron la bendición de tener una casa confortable y grande, con la posibilidad de ampliarla. También tenemos un parqueadero y un salón comunal”. 

En San Francisco nunca había liderado ni figurado en nada. Esa vocación la descubrió aquí: “Al llegar y mirar que en la comunidad los jóvenes tenían bastantes dificultades se me prendió el bombillito de hacer parte de un comité. Tomé la responsabilidad del ‘shut’ de basura; desde el comité nos encargamos de mantenerlo bien adecuado y limpio, enseñando a la gente a reciclar y a no afectar a otros vecinos. Ha sido difícil porque venimos de un barrio en el que si no pasaba el camión, la basura se tiraba en el monte”, explica. 

Nelcy desempeñó estas tareas hasta hace pocas semanas, para darle paso a otra vecina pues el pequeño apoyo económico que conllevan le podía servir mejor a ella. Se trata de lavar el ‘shut’ después de que el camión hace su recogida, mantenerlo organizado y abrirlo y cerrarlo a las horas acordadas. 

En San Francisco nunca había liderado ni figurado en nada. Esa vocación la descubrió aquí: “Al llegar y mirar que en la comunidad los jóvenes tenían bastantes dificultades se me prendió el bombillito de hacer parte de un comité. Tomé la responsabilidad del ‘shut’ de basura; desde el comité nos encargamos de mantenerlo bien adecuado y limpio, enseñando a la gente a reciclar y a no afectar a otros vecinos. Ha sido difícil porque venimos de un barrio en el que si no pasaba el camión, la basura se tiraba en el monte”, explica. 

Nelcy desempeñó estas tareas hasta hace pocas semanas, para darle paso a otra vecina pues el pequeño apoyo económico que conllevan le podía servir mejor a ella. Se trata de lavar el ‘shut’ después de que el camión hace su recogida, mantenerlo organizado y abrirlo y cerrarlo a las horas acordadas. 

“Desde el comité pedimos una cuota de mantenimiento de mil pesos semanales por casa y eso sirve para comprar los implementos de limpieza. Pero de las 242 casas que cubre la supermanzana 71 no pagan ni la mitad. Quienes cumplen con esa cuota son las personas conscientes de que es un beneficio para todos”, dice. Agrega que “en la última reunión propusimos que se recogiera semanalmente el dinero del mantenimiento y se pagara cincuenta mil pesos para lavar el ‘shut’; el dinero restante se invertiría en un fondo para cubrir otras necesidades de la comunidad”. 

“Aquí utilizamos el ‘shut’ solo cuando viene el camión: martes, jueves y sábado. Los lunes, de ocho a nueve de la noche, se abre para que las personas dejen la basura desde la noche anterior, así se acostumbran. Si alguien viene tarde no lo dejamos, porque la basura tendría que esperar dos días hasta el regreso del camión, se ensuciaría el ‘shut’ y se llenaría de insectos: eso es lo que queremos evitar. He visto que en la manzana 72 permanece un tanque afuera donde la gente puede colocar la basura; a diferencia de nuestra manzana 71, donde el carro contenedor está dentro del ‘shut’ y los vecinos deben entrar a dejar su basura”, explica.

“Esta es una manzana muy limpia porque como comunidad nos hemos acostumbrado a colocar bien la basura y las personas que no viven aquí tratan de sacarla los días que toca”. Nelcy dice que tienen un problema por vecinos de otros sectores que llegan a dejar su basura por fuera del ‘shut’, cuando ellos tienen su propio espacio en cada supermanzana.

“Ahora nada más hay dos tanques, están rajados y no son suficientes. Eso complica el trabajo de quien saca la basura porque debe regresar a recoger la que queda en el suelo. Ya hemos hablado con Pacaribe para que nos apoye con otro más. También tenemos la idea de abrir un espacio para el reciclaje, solicitando un tanque más, solamente dedicado a enseñarles a los vecinos a reciclar y con ese ingreso beneficiar a la manzana. Ahora hay un muchacho que se encarga de reciclar dentro del ‘shut’ y luego coloca la basura en una esquina para que sea más fácil de recolectar por el camión”, explica. 

Reciclar con orden

Luis Alfonso Valencia es ese reciclador autorizado por el orden y cumplimiento de horarios con que hace su labor. “Me dedico al reciclaje de manera independiente, de eso me mantengo; vivo arrendado con mi señora y mis tres niñas. Tengo tres años viviendo en Ciudad del Bicentenario y nueve meses de estar reciclando”, dice.

“Mi trabajo, los días que no pasa el camión de la basura, empieza a las cinco y media de la mañana: salgo con una carreta alquilada a reciclar en la calle; los vecinos me dan potes de gaseosas, pasta, libros, sillas partidas. Lo que recolecto lo vendo en la chatarrería de los hermanos Gómez. Para mí lo más rentable es la pasta, que el plástico como el de los potes de límpido, suavitel o las sillas viejas, pero es lo que menos se consigue. Hay recicladores que la están embarrando, de noche se llevan las materas y las dejan pobres plantas por ahí tiradas. Yo no hago eso”, explica.

“Los días de basura me quedo en la supermanzana. Empiezo a las cuatro y media de la mañana. Solo me quedo en este sector porque en los demás hay otros recicladores; no me meto en los otros ‘shuts’ porque todos tenemos derecho de rebuscarnos la vida”, nos dice. En su carrito lleva hoy el cascarón de una vieja nevera que es el producto más grande del día.

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