Color esperanza
Desde hace unas semanas murales de arte urbano han llenado de color y vida los alrededores del núcleo inicial del barrio. Larry Acosta nos cuenta cómo fue el proceso y su participación entre varios jóvenes vecinos.
Larry, de veinticinco años, llegó a Ciudad del Bicentenario en 2012, cuando tenía quince. “Mis primeros cuatro años los viví en Medellín. Mi padre, Arturo, trabajaba en Yamaha y disfrutaba de su pasión por el hip-hop, que luego lo llevó a convertirse en DJ Corpas, bastante reconocido en Colombia y afuera. Después llegué a Daniel Lemaitre, donde viví mi infancia y aquí en Bicentenario, donde él compró una de las primeras casas de PVC, terminé de crecer. Cuando llegamos ni siquiera estaban las torres”.
“Mis primeros pasos en la pintura los dí desde pequeño en el colegio: me gustaba rayar los cuadernos y las sillas; dibujar a los Power Rangers y Dragon Ball Z. Así es como empiezan casi todos los dibujantes aquí, con el manga. Siempre me gustó el cómic y lo hacía con aquellos personajes de la época, como Spider-Man. Estando en el último año de bachillerato empecé a dibujar de todo; los cuadernos del colegio los usaba solo para dibujar, las clases las memorizaba”, relata.
Sorprendentemente, optó por estudiar contaduría. Pero una buena pregunta de su papá lo reorientó: “–¿Tú quieres estudiar contaduría con esos cuadernos que tienes? ¿Te ves como contador?–”. Lo llevó a Bellas Artes, en el Centro, para que viera otras opciones: “–Allá vemos si eso te interesa realmente, si no buscamos algo que te interese más y lo estudias–”.
Cuando vio el pensum de Artes Plásticas no lo dudó. Y entonces le tocó optar por el arte o el béisbol, que entrenaba con regularidad desde chico y lo había llevado a jugar en Estados Unidos y Venezuela. Era lo suficientemente bueno para pensar en una carrera deportiva. “Cuando regresé, todo el mundo me preguntaba si seguiría con el deporte, pero les decía que no, que esa etapa se había quemado”.
“Realmente no me gustaba la metodología del béisbol en Cartagena; la gente tiene su rosca y no mira tanto el talento, siempre están los mismos. Eso me aburrió. Desde entonces me dediqué a estudiar, hasta ahora que, gracias a Dios, estoy cerca de graduarme”. La carrera resultó lo que quería, le ayudó a pulir muchos aspectos técnicos y lo fortaleció en la teoría y la filosofía del arte. Además le despertó el interés por la fotografía.
Un viejo amor
“El graffiti me interesó desde el colegio. En esa época le escribí a Bluny, un grafitero del barrio El Socorro bastante reconocido en Cartagena y a quien identificaba por el gusto de mi padre por la cultura del hip-hop. Él intentó enseñarme; me pidió que investigara sobre la historia y aspectos teóricos del graffiti, pero entonces lo que me interesaba era la práctica. Así que cuando algunos compañeros estaban haciendo murales en el colegio, compré una lata de spray y rayé varias cosas que me hubiese tocado volver a pintar si los profesores me hubiesen visto, como le pasó a un compañero. Desde entonces me gustó el arte urbano, siempre había tenido ganas de pintar sobre las paredes, pero cuando comencé a estudiar artes plásticas lo dejé de lado”.
Y al recorrer de nuevo ese camino, sin haberlo buscado se reencontró con los muros de Ciudad del Bicentenario. “Estaba trabajando en el proyecto Gestores Caminantes que hacía parte de Barrio Heroico. Ahí conocí a una muchacha del proyecto +Vida. Por esa vía me avisaron cuando se abrieron aquí los cursos de arte urbano, pintura sobre piso y serigrafía en la Fundación Santo Domingo. Duraron dos o tres semanas y los tomaron amigos como Medardo, Jeison, Moisés, Eric y Danilo. Mi mamá y las vecinas Sandra y Gina, también estaban interesadas”.
“Más adelante me seleccionaron para apoyar a los artistas en el proceso de pintura. Yo estaba entonces en Daniel Lemaitre y regresé a Ciudad del Bicentenario para estar pendiente de todo. Resulta que conocía a los artistas vinculados, menos a Marion.ve”.
Primero se pintaron los murales que están en las casas y de último dejaron el mural más grande, en el galpón de la Fundación Santo Domingo, al que llamaron ‘Somos’ “Este diseño es de Marion.ve. Lo pintamos con él, Bluny, El Pollo y Arte Uno K. Yo hice muchos de los cuadros, pintamos las letras, los símbolos. Todo eso lo estuvimos pintando abajo porque no podíamos subir a los andamios por temas de seguridad en alturas, así que usamos rodillo y extensor para pintar las letras. Nos tomó cuatro días; este es el mural más grande en el que he participado”, nos dice Larry frente a la obra que ayudó a pintar.
El proceso le enseñó mucha técnica de cómo pintar en pared, en particular con la brocha, de la mano de Palencia. “El difuminado de puntos en cruz, me sirvió mucho para un proyecto en el que trabajé hace poco en Pereira; alcanzaba mejor las sombras y demás detalles. Después de este proyecto quedé muy interesado en saber cómo trabajaban, me puse a investigar y he visto técnicas que utilizan garabatos para llevar a la pared el diseño que tienen en la imagen”.
El estudio formal y la pŕactica en artes plásticas le ha ayudado con el reto de la figura humana y los rostros: “No le tengo miedo, aunque sea parte más compleja porque hasta una sombra le puede cambiar la identidad al personaje” dice. También le ha ampliado la mirada y las técnicas: “Me gustan casi todas las ramas del arte, hasta la escultura. He investigado acerca del muralismo porque me gustaría mucho trabajarlo y la idea es comenzar a partir de una experiencia como esta”.
“Fue diseñado por el artista urbano CPG y apoyado en su ejecución por jóvenes del barrio como Eric, Jason, Danilo, Moisés, Randy, Medardo y yo. Él también motivó a la comunidad para que pintara. Un día iban los niños; al otro, los jóvenes, así la gente se acercaba y pintaba, sobre todo en la parte más baja pues no podían subir a la estructura”.
“Jesús Corpas, quiso hacer un cartel como los que hace El Runner. Pintó a un niño polideportivo con un casco de béisbol, un balón de fútbol americano y varios implementos, porque aquí vemos a niños practicar muchos deportes y luchar por su sueños”.
“Palencia pintó un balón, a una pareja bailando, unas notas musicales y no sé si agregó alguna palabra porque no trabajé mucho tiempo con él, solo los primeros días”.
“Joyce pintó en la manzana 74 a una señora que está creando con una máquina de coser, con ella quiso representar a las mujeres del barrio, muchas de las cuales se ganan la vida cosiendo”
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Que bueno mi amigooo soy testigo de cuanto te ancantaba pintar ya que nos gustaba pintar a ambos, casi siempre en la escuela pintabamos a los profesores mientras nos dictaban clases y que bueno que tu si pudiste mi vida me siento orgullosa de ti y de haber sido parte de tu infancia y adolesencia .