MEI: LA REINA DE BICENTENARIO
Tras siete años de ausencia nuestro Megabarrio volvió a tener candidata al Reinado de la Independencia: Meisue Florez Martínez. Su nombre la predestinaba: Meisue, de origen muisca, significa Diosa del Sol. Aunque aquí todos la llaman Mei.
Lo que no saben muchos es que concursó enferma. Aún así tuvo toda la energía, disposición y entusiasmo para representarnos en el principal evento de belleza de la ciudad. “Muchos me veían sonreír en la pasarela; en realidad daba lo mejor de mí, pero cuando bajaba tenían que verme los paramédicos porque estaba muy mal”.
La cosa fue así: la madrugada del miércoles 8 de noviembre tuvo que ir al hospital a las cuatro de la mañana porque había vomitado unas ocho veces, más todo el malestar asociado a la virosis que le diagnosticaron. Necesitaba reposo, pero le venían por delante los cuatro días más intensos de su vida.
Para comenzar, a las once de la mañana tenía un evento. “Recién salida del hospital, estaba mal pero decía: –Yo puedo–. Estuve presente en el evento pero en las presentaciones de pasarela no pude salir porque me sentía muy débil”.
Ese mismo día las reinas se hospedaban en el hotel Corales de Indias para concentrarse en la infinidad de compromisos hasta llegar a la velada de coronación, el domingo.
“Ahí ya descansé un poco, me dieron permiso para dormirme un poco más temprano que las otras candidatas porque estaba enferma. De ahí en adelante fue puro Pedialyte”. El jueves 9 fue el día del Bando, el desfile más esperado por la avenida Santander, con las reinas de los barrios. “Yo sentía que me desmayaba, pero como representaba a mi barrio, estaba con toda la actitud: tomaba un poquito de bebida con sales minerales para compensarme y seguía con la misma energía, brincando y animando al público”.
“Siempre había ido al Bando como espectadora y este año fui como protagonista. A pesar del malestar, me sentía muy alegre y lloraba de felicidad cuando veía esa emoción de la gente que me decía –¡Bicentenario, Bicentenario!– Se siente una satisfacción enorme cuando la gente te está brindando su apoyo. Con la mejor actitud, yo daba lo mejor para mi barrio y lo último ya ni me acordaba que estaba enferma”.
Más satisfacción sintió cuando vio a sus amigos y vecinos, regados aquí y allá en la avenida Santander mientras pasaba el desfile, animándola. Y cuando pasó por las murallas, donde varias veces había sido espectadora.
El desfile en traje de baño fue el 10, tuvieron un evento el 11 y el domingo 12 fue la coronación.
“Ese día hasta me sentí una princesa; hay una película de Disney con una princesa y un sapo literal, así que cuando salí al escenario todo el mundo empezó a gritar –¡Tiana!, ¡Tiana!–, porque como estaba vestida me parecía a la princesa Tiana”, recuerda.
Con las otras veinte reinas venían de un proceso mucho más largo; aquellos cuatro días fueron la conclusión. En el camino se hicieron muy amigas .
“Ese día todas estábamos un poco ansiosas, no lo puedo negar. Queríamos saber quiénes eran las ganadoras y las que más se destacaban. Con esa emoción hicimos una oración, nos deseamos lo mejor y se ganara o no, todas con la mejor actitud. Cuando ganó Milagros nos sentimos felices, así como Boston cuando quedó de virreina. Yo grité cuando El Campestre, mi primer barrio, quedó entre las diez primeras”.
“Al final lloré de felicidad porque se culminaba esta experiencia y también los días que había pasado con mis compañeras. Yo les decía que se había acabado el reinado, pero no la amistad. Ahora tenemos un grupo de Whatsapp de todas, estamos planeando salir juntas y nos llevamos super bien, sin ninguna rivalidad”.
Aquella noche de coronación no había regreso al hotel sino que un autobús contratado las fue dejando en sus respectivos barrios.
“Llegué a Bicentenario a las 3:40 de la mañana, súper agotada, con ganas de quitarme el vestido y los tacones. Y la sorpresa fue que un montón de gente me estaba esperando para felicitarme. “–¡Ay, ganadora, ganamos, diste lo mejor de ti, aunque se haya dificultado algo, aquí estamos–. Otra vez lloré por la emoción”.
El lunes, después de descansar, los vecinos se siguieron acercando a la casa. “–Hola, reina, felicidades, no ganaste la corona, pero nos tienes contigo, para nosotros fuiste la ganadora–, me decían. Y ahora no me quieren decir Mei, como siempre, sino reina. Y, bueno, la verdad es que seguiré siendo la reina de Bicentenario hasta la próxima candidata que se quiera postular.”.
“Ser la primera reina después de siete años fue un sentimiento y un proceso muy bonitos, aunque se me dificultó algunas veces. No me esperaba vivir esta experiencia y lo digo hoy, que culminé mi historia como representante del barrio: esto no es un proceso para cualquiera. No cualquier mujer da el paso al frente. Tuve que congelar mis estudios, estuve enferma y hospitalizada y aún así di la cara por Ciudad del Bicentenario. Aunque no gané, di lo mejor de mí y de mi barrio, demostrando quién soy y quiénes somos”.
¡Por la experiencia!
Meisue creció su primera parte de la infancia en el barrio El Campestre. A Bicentenario se mudaron hace casi trece años. “Llegamos a las casas de un piso, entonces nada más existían las tres hileras blancas y un poco de las casas amarillas; lo que luego serían las Torres, las casas dos pisos o Villas de Aranjuez todavía no existían”.
Así que había pocos niños en la calle. Pero cuatro días después llegó el trasteo de la familia de Valentina Marrugo Julio. “Empezamos a hablar y a ‘parchar’; ella venía a mi casa y yo a la de ella. Desde entonces tenemos trece años siendo mejores amigas gracias al Bicentenario.
Cursó todo el bachillerato en la Institución Educativa Jorge García Usta, dirigida por los Hermanos de La Salle, en Bicentenario. “Prácticamente nuestra generación estrenó ese colegio”, recuerda.
Se graduó de bachiller en 2021. Ahora cursa segundo semestre de Auxiliar de Servicios Farmacéuticos. Si todo va bien, el próximo año es de prácticas y el grado. Antes estudió inglés por seis meses hasta llegar al nivel B2. Luego de la técnica quiere estudiar psicología como carrera profesional.
Aunque sale muy poco y pasa mucho tiempo en familia, lo que más le gusta es bailar. Lo que sea: “aunque no lo sepa bailar lo bailo”.
Parte del encanto de estar en casa es compartir con sus dos hermanos menores. Maité y Edwin, estudiantes de primer y noveno grado, también en el Jorge García Usta. “Como hermana mayor soy prácticamente una mamá: cuando toca regañarlos, lo hago y cuando toca consentirlos, los consiento”. Junto con ellos viven su mamá Deivis Martínez Amaris y su esposo Álvaro Pacheco.
“Mi relación con el barrio es super, super, super, mega bien”, dice de la manera más enfática que puede y se ríe. “Ya tengo bastante tiempo de vivir aquí y la mayoría me conoce como una persona alegre y descomplicada. Si voy por la calle y me llaman a parchar un rato, me quedo; si alguien necesita ayuda mía, yo lo hago”.
Al reinado llegó impulsada por la Junta de Acción Comunal. La última reina había sido Andrea Camacho, siete años atrás. “–Mei, necesitamos una reina, tú tienes buen cuerpo, tienes carácter, actitud y positivismo; no sabemos si quieras ayudarnos y lanzarte–, me dijeron los de la Junta”.
“Soy muy sincera: al principio no quería porque me habían contado que los reinados eran muy estresantes, un correr de aquí para allá. Entonces siempre dije que no. Esta vez hablamos con mi mamá y ella me dijo: “–Hija, vamos a vivir esta experiencia, no a cualquiera le dan esas oportunidades–. Y yo: –Bueno, ¡vamos a vivir la experiencia!–”.
“Mi madre es mi motivo para seguir adelante; una guerrera y mi mayor ejemplo. Gracias a ella nunca me rindo. Nunca decaímos ni por comentarios, ni por alguna situación monetaria. Siempre hemos sido mamá e hija arrasando con el mundo. ¡Si vuelvo a nacer la pido de nuevo como mi mamá!”.
El proceso es largo: hay que inscribirse en un enlace que deja el Instituto de Patrimonio y Cultura -IPCC- y, a partir de ahí, una serie de pasos, entrevistas y eliminatorias hasta que se llega al grupo de veinte finalistas que van a la fase de los cuatro días con el Bando, el desfile en traje de baño y la coronación. Excepcionalmente este año fueron veintiuna porque el grupo de reinas se organizó y presionó para que ninguna de las que había llegado hasta ese punto del proceso se quedara por fuera.
“–¿Repetirías?–”, le preguntamos. Es el martes 14. La anterior fue la primera noche que pudo dormir a horas y de tiro largo en mucho tiempo.
“–Necesito recuperarme y volver a ser yo, porque la verdad sí que es muy bonito el proceso, pero también muy desgastante. Estoy orgullosa y ha sido un honor representar a Ciudad del Bicentenario. Y, bueeeeno, si en otra vida cuando yo sea rica me vuelven a lanzar, con mucho gusto–” contesta. Y en seguida lanza otra de esas lindas carcajadas con las que ha salpicado toda nuestra conversación.
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