SERGIO ANDRÉS ORTEGA: DE BICENTENARIO A FRANCIA

La estancia académica de este joven en el Liceo Nevers, en París, no es casualidad sino el resultado de años de trabajo, ideas y participación en proyectos que comenzaron en nuestro Megabarrio. Francia es apenas una estación de un viaje mucho más largo, que ha tenido cambios inesperados.

Cuando la mayoría de lectores vean esta historia, Sergio Andrés estará allí, como representante de Bolívar, uno de los veinte a nivel nacional que ganaron la convocatoria del SENA para sus centros agroempresariales y mineros. Lleva en su maleta una investigación de cuarenta y cinco páginas que realizó sobre temas ambientales en Cartagena y Bolívar. 

En esas seis semanas de estancia en un liceo agrícola -que quizás puedan extenderse- su objetivo es tomar lecciones y aprendizajes para la adaptación de nuestra ciudad ante el cambio climático. 

Viajar a Francia no estaba en sus planes. Sin saberlo ni buscarlo, ese camino comenzó al llegar al SENA, regional Bolívar, donde el próximo enero termina su carrera como tecnólogo. Allí le gustaban los proyectos de investigación sobre agua, aire y ambiente. Un instructor le vio potencial y cuando salió la convocatoria lo animó a armar un proyecto propio y se ofreció para guiarlo. 

El propio SENA tampoco estaba en sus planes, pero se convirtió en un escenario muy importante en su vida, del que está muy orgulloso. Tanto que nos pidió que sus fotos para este artículo las hiciéramos allí, entre sus compañeros.

En realidad el primer plan y gran objetivo era estudiar trabajo social en la Universidad de Cartagena. Estuvo cerca. La primera vez quedó a diez puestos de clasificar; la segunda, a tres. 

“Ya había empezado a entender que hay muchas barreras para nosotros, los ‘pelaos’ periféricos. Nos decían que para entrar a una universidad tienes que tener un ICFES alto o dinero. Yo quería estudiar en universidad pública, pero igual empecé a buscar recursos e información sobre becas para entrar a una universidad privada y no encontraba posibilidades reales; era muy difícil o tenía que tener una cantidad de documentos que yo no sabía cuál hacer, cuál revisar o dónde sacarlo”, relata.

Escogió entonces el SENA no como una meta, sino como un escalón para seguir avanzando, en vista de las dificultades en el primer camino. Una lección de vida para muchos: no enfocarse en un primer traspiés sino buscar la manera de seguir avanzando por otras vías.

“Yo le pedía mucho a Dios y me decía –Bueno, creo que por aquí no es, porque no se me han dado las cosas, a pesar de que sigo luchando. Dios tiene algo para mí–. Me postulé hace dos años en el SENA. Pronto me graduaré como tecnólogo profesional en Prevención y Control Ambiental del Centro Agroempresarial y Minero”. 

“A los tres meses de entrar me postularon como representante regional, o sea de los casi dos mil aprendices de Bolívar, en una competencia con otros siete compañeros. Mis pilares fundamentales para trabajar en el centro fueron cuatro: el primero, la inclusión desde la discapacidad; el segundo, medio ambiente; el tercero, acción no violenta a través de una ruta de atención a violencias basadas en género; y el cuarto, salud mental”, explica.

En ese último pilar creó una estrategia que ha recibido atención desde el nivel nacional del SENA: un botiquín de primeros auxilios psicológicos. Lo define como “una herramienta pedagógica, lúdica y de intervención psicosocial para incidir positivamente en la salud mental de los y las aprendices de todo el país”.

“El material de base es un documento con pautas, acercamientos y actividades relacionadas con emociones; con el proyecto de vida; o cómo abordar una crisis emocional dentro de un aula de formación y por fuera, desde la vida social, familiar y educativa”, describe.

Ese documento lo escribió con los psicólogos José Iván Bueno -bien conocido en nuestro Megabarrio por su labor en la Fundación Santo Domingo-, Iris Johana Gómez y su querido ‘Papá’ Eliecer Pérez. 

El próximo año comienza su carrera como psicólogo en la Universidad San Buenaventura. También se seguirá formando como intérprete de lengua de señas colombianas. “Si todo va bien, en 2025 viajaré a Bogotá para presentar mi examen final, que es interpretar una clase de chicos sordos. Y bueno, también quiero salir algún día en la pantalla de los televisores, interpretando las noticias, ese es uno de mis sueños”.

Tomar las oportunidades

Todo lo logrado en el SENA tiene como base el proceso personal y comunitario que comenzó en nuestro Megabarrio, a donde llegó como él mismo dice, “siendo un pelado que no tenía idea de para dónde iba”

Con su familia vivían en La María, hasta cuando ocurrieron los conocidos derrumbes. Llegó en 2014, de dieciséis años, a las torres de Bicentenario, donde les adjudicaron un apartamento por cuenta de aquella tragedia invernal. 

Entonces estaba terminando el bachillerato en La María y la media técnica  para operador de plantas petroquímicas en el CASD Manuela Beltrán, cuyas clases eran los lunes y viernes. Fue un año completo de dormir entre semana en la casa de una amiga de la familia, regresar a almorzar, y estar atento de su hermana menor a la salida del colegio, en la tarde.

La pasantía le salió en Ecopetrol, por seis meses. “Fue mi primera experiencia laboral. Aprendí mucho pero no era lo que yo quería para mi vida”.

Entonces lo atrajeron las actividades y proyectos que estaban pasando en Bicentenario. A la segunda semana de haber llegado una trabajadora social de la Fundación Santo Domingo le explicó los procesos para la juventud y el DINCS, el modelo de desarrollo social de la Fundación, que le llamó mucho la atención.

De ahí en adelante se convirtió en un líder que participó y gestó tantas iniciativas que para contarlas se necesitaría otro artículo completo. Pero para darse una idea hay que ponerlos en un listado como si fuera una hoja de vida. 

  • Fue nombrado coordinador del Comité de Tecnología, desde el que impulsaron varias ferias tecnológicas y de internet. 
  • Con otras quince personas se formó como docente del programa TIC Familia, con el apoyo de Fundación Telefónica. Ellos capacitaron a más de seiscientos cuidadores, madres y padres de Bicentenario en temas de tecnología y el uso de redes sociales. 
  • Se integró al grupo juvenil. Allí se capacitó en liderazgo, comunicación asertiva y trabajo en equipo. Y también hacían actividades comunitarias como los recordados viernes de cine, las jornadas de recreación y deporte, karaoke o la pintatón, con la Fundación Bavaria, donde hicieron murales con los jóvenes. “Yo me siento como un avión y que ese grupo juvenil, fue mi pista, el despegue”, dice.
  • Como coordinador del grupo juvenil, desde el 2015, participó en la construcción de la política pública de juventudes en Cartagena y en mesas con la Policía Nacional, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar o el DADIS, buscando soluciones a problemas de la comunidad, en particular de los jóvenes. 
  • En 2018 participó en un proyecto de la Fundación Santo Domingo en alianza con el PNUD (Naciones Unidas) para crear iniciativas productivas en el territorio. Cuatro organizaciones juveniles presentaron proyectos. Con Alicia Valderrama, de Villas de Aranjuez, y otros líderes del territorio,  fundaron así Casa Cultural, Sueños, Arte y Cultura, que luego ha seguido su propio camino.
  • Desde 2018 hizo parte de la primera cohorte de LISA (Laboratorio de Innovación Social Adaptativa), una alianza de las agencias ACDI/VOCA y USAID enfocada en jóvenes colombianos en áreas ambientales, sociales y culturales. 
  • Para LISA Sergio presentó el proyecto Nuestro Yere, Arte, Cultura y Paz, surgido desde Casa Cultural, pero que ha tomado vuelo propio, para trabajar en toda Cartagena.
  • Con la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal Colombia) trabajó como dinamizador de un proceso investigativo en Bolívar.
  • Desde ACDI/VOCA y USAID lo contrataron para acompañar procesos territoriales en la Costa Caribe, como operador logístico y acompañante de las mentoría en procesos psicosociales para trescientos jóvenes. 

En el barrio muchos jóvenes con los que se tomaba una gaseosa para hablar de la vida y las opciones aún le preguntan cuándo se vuelven a sentar. “Aquí me siento bien; la gente de mi cuadra es muy receptiva; siempre que me ven están muy pendientes. Muchos niños aún me dicen: –Profe, ¿hoy qué va a hacer?–. O –Profe, ¿cuándo va a trabajar con nosotros nuevamente?–. Por el pelo me dicen Pibe Valderrama, Luisito Comunica, o el hijo de Patricia Teherán o Carlitos, el de Aventuras en Pañales. Y, bueno, yo siento que de esa manera me reconocen y me quieren”. 

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Soy Bicentenario 2023

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