UN CANAL QUE NECESITA DE NOSOTROS
Hace un año una crecida en el canal de aguas lluvias inundó las casas de más de cien familias en Bicentenario. La solución llegó hasta este año, pero no servirá de mucho sin la colaboración de todos.
Sandra Patricia Teherán Fajardo vive con su familia en la manzana 79. “Estamos bastante preocupadas. Cada vez que llueve nos inundamos porque se nos sube bastante el nivel del agua; los mosquitos nos atropellan, eso es algo insoportable y los niños tienen la piel llena de granos porque los insectos no los dejan dormir. Ahora mismo hay una muchacha hospitalizada por dengue”, nos relata.
“En la época de lluvia se empeora porque el agua desborda el canal; a veces los niños se meten por ahí, y el caño les llega a una altura más o menos normal, pero cuando se desborda eso es inmenso y profundo. Luego queda el barro al frente de las casas. Y el resto del año hay agua, pero fétida y detenida, se pone verde y de ella salen olores fétidos. No hay una época en que el caño no fastidie por una cosa o por la otra”.
“Para mí el problema más grande es el mosquito, porque si esa agua corriera sería otra cosa, porque se los lleva; no podemos sentarnos en la puerta porque toca estar con la sábana palmoteando. Hay gente que quema espirales contra los mosquitos, pero otros no lo queremos porque puede hacer daño en las vías respiratorias”, dice Patricia.
Patricia explica que el agua del caño atrae a la fauna que pulula del otro lado, dado que se trata de monte. “Hemos encontrado unas cinco culebras; a un muchacho le picó una en la espalda y lo tuvimos hospitalizado por quince días. Hemos encontrado babillas inmensas que salen en las noches; zorras y otros animales que vienen al caño a tomar agua”.
La manzana 79, cercana al Centro de Atención Prioritaria y la biblioteca, es la más afectada hasta ahora.
“Tenemos siete años de estar viviendo acá, pero desde cuando hicieron el caño estamos viviendo la problemática; eso fue de un momento a otro, sin que supiéramos por qué o para qué, a dónde lo van a empalmar o si lo piensan entubar”, explica.
A Ney Lora, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal -JAC- le correspondió atender la solución de este problema. Nos cuenta que el año pasado, una vez ocurrió la inundación, fueron a las debidas instancias del Distrito para pedir un destaponamiento urgente. Sin embargo la respuesta efectiva se demoró en llegar.
Desde la JAC y el Comité Barrial de Emergencias (Combas) se hicieron los trámites lo más rápido que pudieron ante las entidades distritales, pero Bicentenario no fue incluido en las obras de 2022. Aunque en septiembre vino un funcionario a revisar –según relata Ney–, a diciembre no había pasado nada. Les dijeron que el presupuesto para limpieza de canales se había agotado.
Hubo que esperar hasta este 2023 para lograrlo, mediante cartas y seguimiento continuo. Ney explica que el canal de Bicentenario se va juntando con otros canales de barrios vecinos, que forman una red interconectada. Nuestro canal se une con el que viene de Flor del Campo y Colombiatón, y de ahí la siguiente conexión es con el de El Pozón.
La limpieza y mantenimiento de ese sistema pluvial corresponde a una sola empresa. Esta a su vez subcontrata la limpieza de caños y canales específicos. En el caso de Bicentenario la JAC pidió que se subcontratara a nueve vecinos del barrio, lo cual se hizo bajo la supervisión del propio Ney.
“Valió la pena. En estos días que hubo una tormenta tropical, llovió durísimo y los vecinos nos reportaron que no se les volvió a meter el agua”, resume Ney.
Víctor Manuel Guerrero, es vecino de los antiguos en Bicentenario, de las casas de un piso, cercanas también al caño, pero sin la problemática tan pronunciada como en la manzana 79.
Fue uno de los operarios contratados para limpiar el caño, todos de Bicentenario. La función de la cuadrilla ha sido realizar el pesado trabajo manual de retirar basura y escombros, quitar la maleza con machete y preparar el terreno para cuando llega a operar la maquinaria pesada.
“En este tramo llevamos ya un mes. El primero va desde detrás de las casas de Parques de Bolívar hasta el hospital (Centro de Atención Prioritaria) y el segundo de allá hasta las cercanías del colegio Gabriel García Márquez”, nos explica.
Un punto crítico es el encofrado que pasa por debajo de la doble vía frente al hospital, pues ahí el caño se angosta y las aguas deben pasar la calle de manera subterránea. Eso arma un cuello de botella porque el sedimento y la basura acumulada lo taponan. Y entonces es cuando se anega el sector donde viven Patricia y sus vecinos.
Mientras escribíamos este artículo algunos operarios trabajaban en desatascar ese encofrado. El problema es que los malos olores se concentran, se trabaja a media luz, con agua empozada y verdinosa. Los turnos son muy cortos, para que cada pareja de operarios pueda recuperarse y respirar un poco.
La exigente labor de toda la obra, en descampado y en medio de la ola de calor reciente en Cartagena, los llevó a empezar muy temprano en la mañana y terminar al mediodía.
Cuando hablamos con Víctor estaban terminando labores en el segundo sector. Allí el caño se ve amplio, limpio y con los taludes bien perfilados. Cuesta creer el montón de basura que han tenido que sacar de allí; pero cuesta más entender cómo son vecinos de la misma comunidad quienes tiran su basura allí, a sabiendas de que el daño va a recaer en ellos mismos y los demás habitantes de Bicentenario.
“La máquina duró tres días limpiando este sector. Aquí encontramos muebles, pedazos de neveras y colchones, camas. Todo eso atranca el flujo del agua. Por eso lo que hay que cuidar más es que la gente no bote basura”.
“También hay una plaguita de mosquitos, que puede ser del caño pero como estamos a la orilla del monte, no podemos echarle toda la culpa, porque también hay potrero, ganado y animales”.
¿Y la solución?
Cartagena es una ciudad que le ha quitado mucho terreno al agua. Toda nuestra geografía está cruzada por caños, cursos de agua y ciénagas que crecen y decrecen según la época del año. Esa es la primera base sobre la que hay que operar cualquier solución.
Una vez hechos los canales, llamados a regular esas crecidas de agua, viene el mantenimiento. Se recomienda que la limpieza de los canales debe hacerse como máximo cada dos años: la sola sedimentación y el crecimiento de maleza a su alrededor así lo ameritan.
Pero si a eso se le suman escombros de construcción y la basura grande y chica de los vecinos, no hay labor de mantenimiento que aguante. Por eso el llamado de Sandra Patricia, Ney y Víctor Manuel es el mismo: no arrojar nada al canal.
Ney encontró personalmente un nuevo foco problemático: en el primer sector, donde ya se hizo la limpieza encontró escombros de construcción recién tirados en una zona que ya había quedado limpia. Las empresas constructoras también deben poner de su parte.
Y sin que sea el único factor, Ney hace un llamado específico al sector de casas de un piso, donde se notó más acumulación de enseres y escombro. “De pronto ellos no se ven afectados, pero sí los vecinos de las otras manzanas”.
A la JAC y al Combas les corresponde hacer seguimiento; a las entidades del Distrito –como el Establecimiento Público Ambiental, la de Infraestructura y Edurbe- las tareas de mantenimiento, prevención y planeación. Pero ese esfuerzo sólo será realmente útil con la labor preventiva de los vecinos. Sin eso, hay que esperar al siguiente desborde para volver a correr por soluciones parciales y de emergencia. Es algo que está en nuestras manos.
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