NUESTRA JUNTA DE ACCIÓN COMUNAL

Conozcamos un poco más de estos líderes que se echaron la responsabilidad de capitanear el barrio por los próximos cuatro años: ¿Cuáles ven como los retos principales y cuál es la visión de futuro que tienen? 

Amaury Rangel Valencia, presidente por segunda ocasión, es chambaculero de nacimiento. De ahí reconoce el ancestro valiente y de liderazgo. Para completar, estudió la primaria en Getsemaní, barrio de gente con temperamento, y el bachillerato en el Liceo Bolívar, reducto de la inteligencia y el pensamiento crítico como pocos en Cartagena. 

“Las raíces que estamos tratando de sembrar en Ciudad de Bicentenario nacieron en Chambacú, que era un barrio muy étnico; teníamos unos grupos como los famosos Malibú, a Delia Zapata Olivella, que en ese tiempo vivía con su hermano Manuel y de ese ejercicio cultural nació la obra Chambacú Corral de Negros. En Papayal, al lado, estaban los picós como El Ciclón y el boom de la salsa; teníamos el playón del Blanco donde se jugaba mucho deporte y la cancha de la Salle que era una meca del béisbol para la gente de Torices, Chambacú y Lo Amador”. 

No es poco que Amaury conecte esta Ciudad del Bicentenario -que está en sus primeros años- con aquellos barrios céntricos que fueron un semillero muy vivo de intelectuales, deportistas, músicos y profesionales que marcaron la Cartagena de la segunda mitad del siglo pasado y cuyas huellas aún están presentes. 

Chambacú fue considerado por décadas como una invasión que afeaba al Centro Histórico. En los años 70 hubo una reubicación que dispersó a sus vecinos en cinco barrios, según recuerda Amaury: Paraguay, Porvenir, República de Venezuela, Chiquinquirá y Las Lomas. 

“Otros invadieron y corrieron para las faldas de la Popa y los lados de San Francisco. A nosotros nos tocó Chiquinquirá, que es un barrio como Ciudad de Bicentenario; unos fueron reubicados y otros por subsidio parcial o pago de sus casas a las empresas. Nosotros allá empezamos a rehacer nuestro sistema de vida y el crecimiento de nuestras familias”. 

Y aunque tenga esa raíz imborrable de liderazgo y pensamiento crítico, en el trato personal Amaury es un hombre tremendamente cordial y con una innegable vena caribe. Hablamos con él en la terraza de su casa. En ese rato también atendió asuntos de la JAC, le trajeron papeles para revisión y habló por teléfono un par de veces antes de guardar el celular para dedicarse por completo a esta entrevista. 

“La primera vez que hice parte de una Junta de Acción Comunal fue allá en Chiquinquirá y ocurrió de una manera curiosa. El Ministerio del Interior decidió abrir una convocatoria de conciliadores en equidad. Resulta que vinieron a hacer una encuesta en Chiquinquirá y a mí, que era uno de los más peleoneros, me pusieron a mí de conciliador; un conciliador

peleonero y de pandillas. Yo me reía mucho con eso pero más de uno me decía: –Recuerda que a tí te escogió tu comunidad–”. 

A Bicentenario llegaron desde Chiquinquirá, donde todos esos años estuvo vinculado a la JAC. Así que cuando vinieron el plan era descansar de esos temas. Además, trabajaba en seguridad en el barrio Crespo y se le iban cuatro horas en transporte: dos de ida y dos de venida. Lo que quería era llegar a su casa y nada más. 

Sin mucha expectativa, quizás más por curiosidad, resultó asistiendo a una de las primeras reuniones en las que se habló de organizarse y conformar la primera junta. Para hacer el cuento corto, hubo actitudes que no le gustaron y decidió hablar de eso en público, recordando su experiencia en la JAC de Chiquinquirá. Con el paso de los días algunos vecinos le propusieron encabezar la lista que iba a postularse para conformar la primera Junta de Acción Comunal del barrio. 

Amaury estaba reacio. “No fue fácil. Primero lo tuve que discutir con mi familia porque eso implicaba mucho tiempo y responsabilidades, pero acordamos hacerlo”. Al final resultó elegido como presidente. 

De ahí vino un período de mucha actividad: personería jurídica, manual de convivencia, plan de desarrollo barrial, la petición y seguimiento ante el Distrito de las obras grandes como vías y colegios, los programas y proyectos con los vecinos del barrio, la relación con las JAC vecinas para atender problemas comunes como el de los graves enfrentamientos juveniles, que se redujeron mucho mediante trabajo social. 

“En la Fundación Santo Domingo hicimos una reunión con el Departamento de Prosperidad Social y de ahí nació el polideportivo que tiene Flor del Campo; ya que por un acuerdo decidimos que se hiciera allá. Nosotros logramos entonces el primer megacolegio, el Gabriel García Márquez”, dice como ejemplo del tipo de gestiones que se hicieron o acompañaron en esos años y que resultaron en el Centro de Atención Primaria, los Centros de Desarrollo Infantil o la carretera Transversal, entre varios otros 

“Ese ejercicio lo finalizamos en el 2015, cuando Jorge Almanza Urango toma la presidencia y nosotros salimos como delegados; no nos hemos desvinculado de la Junta, pero por jerarquía dejamos que ellos como directiva hicieran su trabajo. Ahora volvemos al escenario, en el ejercicio de seguir la meta que Dios me había propuesto, inclusive contra la voluntad de mi familia y amigos porque me dio un infarto y me operaron de corazón abierto; yo ahora estoy medicado y no estoy para las emociones”, relata. 

De cara al futuro le preocupa ver al barrio crecer desordenadamente, sin apego al Manual de Convivencia. “Estamos tratando de que la gente retome lo que algún día se llamó sueños y oportunidades, que era el lema con el que llegamos a vivir aquí. 

“El reto es que Ciudad del Bicentenario cree su propia identidad cultural porque es multicultural y con un origen muy chévere; víctimas del conflicto armado, gente reubicada por desastres naturales, gente trabajadora que compró su casa con su esfuerzo. Debemos tratar que nuestros niños y jóvenes cuando lleguen a una empresa digan con orgullo –Yo

vengo de Ciudad de Bicentenario– y las empresas les reconozcan su calidad humana y profesional”. 

En la parte de infraestructura la nueva JAC está trabajando para concretar un nuevo CDI, el cuarto megacolegio y que una universidad ponga una sede en el barrio. “Nosotros tenemos que estar conscientes de qué esto no es cualquier barrio, sino una ciudad dentro de la ciudad, única en Cartagena y que está por ser de las mejores en el país; somos un ejemplo para Latinoamérica, aún con todo lo desordenados que hemos sido”. 

“Tenemos que cualificar a nuestro recurso humano con el desarrollo que implicará la llegada del nuevo aeropuerto internacional al lado de Bayunca. Ahí se van a abrir hoteles, centros comerciales, bodegas de envío y mercancía; y para eso nos tenemos que preparar. Por eso estamos dando la batalla en este segundo aire mío, porque creo que este es mi último periodo de Junta de Acción Comunal. Luego voy a hacer un retiro completo, si Dios me lo permite, y me quedaré quizás opinando y asesorando, pero no más metido de lleno”, remata Amaury. 

José Lopez Bravo es un hombre tranquilo, supremamente creyente, padre de cuatro, abuelo de dos niños y bisabuelo de otros dos. Logró una modesta pensión que le permite llevar el mercado a la casa y ya no está en condiciones de trabajar formalmente por un serio problema de visión que le causó una enfermedad al tiempo que cumplía su último contrato, en Reficar. 

“Soy una persona discapacitada de vista por lo que de noche no camino, sino de día, que es cuando hago mis vueltas confiando en que Dios es el que me guía, lleva y cuida”, nos cuenta en la terraza de su casa, una lluviosa mañana de noviembre. 

Es decir: ya ha pasado por las duras y las maduras y en cierto sentido está por encima del bien y del mal. Si ha decidido ocuparse de temas de la Junta de Acción Comunal es porque le gusta sentirse útil e invertir su tiempo en algo que beneficie a la comunidad. 

Viene de San Francisco, como la mayoría de sus vecinos que como él llegaron hace una década al barrio. Trabajó con Amaury en la primera gestión de la JAC, luego estuvo los seis años bajo el liderazgo de Jorge Almanza cuya Junta fue extendida dos años por la pandemia de 2020. A mediados de este año se eligió la nueva JAC en la que a José le correspondió el relevante rol de ser el delegado. 

“El papel del delegado es hacer cualquier gestión ante el distrito, como el espacio público o ante la policía; en las reuniones tengo que estar presente, escuchar lo que están hablando y decir lo que es. El cargo me ocupa mucho tiempo porque hay que estar yendo a reuniones todo el tiempo en distintas partes porque no tenemos sede”. 

Entre los retos destaca -además de los mencionados por Amaury en su momento- la creación del Centro del Adulto Mayor. “Acá hay bastantes adultos mayores porque llegaron familias consolidadas. Ya tenemos un espacio que es del distrito y tenemos la fe en Dios que sí se va a hacer porque se necesita mucho”.

Otra preocupación es la gestión del desagüe de Bicentenario que aún no está conectado con la red del Distrito para que por hay se encaucen las aguas lluvias. Es un problema que se ha visto en otros barrios y más en este en el que todavía el agua busca sus cursos de siempre. “Pero todo depende del Distrito porque eso les toca a ellos. Uno en gestión lo que puede hacer es tocar la puerta a ver si la abren, y es difícil con el distrito porque tiene déficit y siempre dicen que no tienen plata”, explica. 

Pero a renglón seguido también nos dice que aunque el Distrito también les dijo que no tenía plata ni para la carretera Transversal ni para otras obras de infraestructura y, sin embargo, ahí están porque se logró gestionar con la JAC y el apoyo de la Fundación Santo Domingo. “La fundación es como un padrino que nos ayuda a planear y a gestionar, pero la responsabilidad es nuestra”, dice. 

Sobre el liderazgo en el barrio señala que “aquí hay gente de todas partes; por eso tenemos que saber cómo trabajar porque todos tienen su estilo. Hay personas que salen con unas cosas como para que a uno se le vuele el mal genio. Hace poco le dije a una compañera que yo quería salirme porque esto es duro, hay personas que faltan el respeto y no quiero salirme de los límites; siendo cristiano temo hacer cosas en mi vida y de hablar palabras bruscas”. 

Sin embargo, a pesar de esos momentos negativos, está satisfecho de trabajar en la Junta de Acción Comunal, que este diciembre cumple diez años de constituida. Así como le ocupa tanto tiempo lo entretiene, siempre hace contactos nuevos y conoce gente tanto aquí como en las instituciones. Ha sido, sin duda, una década bien vivida.

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Bicentenario

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