CONSTRUIMOS A LA PAR

Que el oficio de la construcción sea algo solo de hombres es algo que está empezando a cambiar. Cien mujeres de Ciudad del Bicentenario se han capacitado para entrar a este ámbito del trabajo, que suele ofrecer oportunidades. 

Se trata de la iniciativa Construimos a la par Cartagena lideran Camacol y USAID y que la Fundación Santo Domingo está apoyando en sus grupos uno y dos, cada uno de cincuenta mujeres. 

El tercer grupo, está siendo apoyado por la Fundación Serena del Mar para cincuenta mujeres de Manzanillo del Mar, Tierra Baja y Villa Gloria. El cuarto y último, para igual número de participantes, cuenta con el apoyo de la Universidad Tecnológica de Bolívar y Termocandelaria, dirigida al barrio Arroz Barato y otros de sus alrededores. 

El proceso comenzó en julio y abarcó cursos en estuco y pintura, enchapes, molduras en yeso, seguridad y salud en el trabajo. Algo muy importante fue el curso de alturas, que es una certificación obligatoria para poder ser contratado en obra, pero que suele ser costoso y que toma al menos dos semanas. 

El objetivo de esa formación es lograr la vinculación laboral de estas doscientas mujeres en este sector de la construcción, tan vital para Cartagena y de esa manera empoderarlas económicamente. 

“Solo un re-entrenamiento en curso de alturas cuesta entre doscientos o cuatrocientos mil pesos.Es muy necesario porque muchas veces no te contratan por eso: aunque tengas la hoja de vida súper buena, si no tienes el curso de altura no puedes ingresar. Ese es un requisito que el Estado le pide a las empresas. Acá en Construyamos a la par nos capacitaron y duramos como dos semanas entre teórico y práctico y nos llevaron a Turbaco con una empresa exclusiva que esas capacitaciones”, explica Kelly Montes, beneficiaria del proyecto. 

De la madera al cemento 

Antes de este proceso Kelly tenía experiencia en espacios que otros consideran masculinos. “Cuando entré a estudiar carpintería en el Escuela Taller, en Getsemaní, me decían –Ay, tú para qué vas a estudiar eso, que es para hombres– Pero a mí me gustaba mucho. Allá aprendí el manejo de las herramientas, del taladro, las sierras y todas las que se usan para cortes. También nos capacitaron para trabajar en la carpintería para el área de construcción”, nos cuenta esta madre de un niño de cinco años y habitante de Bicentenario desde los primeros años del barrio. 

De esa formación surgió la propuesta de trabajar en la ampliación de la refinería de Reficar, donde duró dos años: “Hay que saber que todas las construcciones son así, tienen su tiempo

de corte y por más que quieras permanecer no puedes porque se acabó: en Reficar trabajé en carpintería, después en la tubería, manejé papelería y documentos”. 

Luego trabajó poco menos de un año en la construcción del colegio Gabriel García Márquez, como jefa de carpintería, con dos o tres mujeres a cargo. 

“Quedé desempleada y fui un encuentro que se hizo en el colegio La Salle. Allá me encontré con Ana Buelvas, de la Fundación Santo Domingo, quienes me dijeron de un programa que estaba apoyando a las mujeres y vinculándolas en el área de construcción; como ya yo había trabajado en el área me pareció interesante, gracias a Dios me abrieron un cupo porque el curso ya estaba avanzado, yo creo que Dios me lo estaba guardando”, cuenta Kelly. 

“Camacol tiene aliados y constructoras con proyectos. Ya nos están gestionando la entrega de hojas de vida que nos pidieron antes de terminar el curso, para organizarlas y dárselas a las distintas constructoras. De acuerdo a las necesidades de cada constructora nos llaman a nosotras”, dice. 

“Sería perfecto que nos llamen para alguno de los proyectos que vienen para Bicentenario, porque estamos viviendo aquí, ahorraríamos tiempo, dinero y veríamos a nuestras familias más seguido”, dice con ilusión. 

De la lavandería a la pintura 

Lidia del Carmen Pérez Vergara venía de una experiencia muy distinta. Con su esposo tenían una lavandería a la que le iba bien en Getsemaní, pero llegó el Covid y trastocó todo, al punto que tuvieron que cerrar el negocio porque el arriendo era muy costoso y no tenían cómo solventarlo con el local cerrado. 

“Hace seis años llegamos a las casas de dos pisos en Bicentenario. Tenemos un núcleo familiar con mi esposo, suegra, mi hijo y yo. Entre todo trabajando para ayudar a mi esposo porque él se siente cansado llevando la carga solo. Porque cuando uno se mete en una relación los dos tenemos metas y sueños y la idea es sacarlos adelante”. 

Entonces le llegó la noticia del curso: “–Vayan que es para las mujeres, un nuevo proyecto que va a apoyar al género de nosotras–, nos dijeron”. 

“En el curso aprendí mucho y quisiera demostrar lo que aprendimos; cosas que una no sabía, que antes hacían los hombres, pero que también lo podemos hacer las mujeres y a veces hasta mejor porque somos más creativas, más detallistas y cuidadosas; nosotras somos más estrictas en ese sentido”, explica. 

Kelly agrega: “las mujeres estamos capacitadas para cualquier tipo de trabajos en la construcción, a veces ganamos en la inteligencia porque si puedes cargar algo y montarlo en una herramienta para transportarlo tú lo haces; no hay necesidad de que te estés esforzando más de lo que es necesario”. 

“He metido hojas de vida, pero en la Costa vemos mucho machismo: de cinco hojas de vida para un ayudante de obra, cuatro hombres y una mujer, obviamente llaman a los hombres. Quizá pensaran que la mujer es frágil pero ya hemos demostrado que podemos. En el propio

trabajo alguna vez tuve un pequeño inconveniente con un compañero que no creía en mis capacidades, pero igual le demostré que sí podía; del resto son muy respetuosos y colaboradores, igual valoran que yo he sido oficial y he tenido personas a cargo”, agrega Kelly. 

Lidia solo faltó a una clase por una reunión infaltable del colegio de su hijo. “Lo que más me gusto fue la pintura y estuco; es que la pintura se trata de detalles que uno mira y puede hacer maravillas. Yo soy necia -por decirlo así- y en vez de pagarle a un pintor que me pareció caro, pinte la casa yo misma y pienso yo que quedo hermosa. La pinte yo sola porque mi esposo estaba trabajando y mi suegra estaba de viaje”, relata Lidia. 

¡De grado! 

Las certificaciones se las entregaron en una bonita ceremonia en noviembre pasado, después de algunas semanas de espera pues todas las instituciones querían acompañarlas en ese memorable momento. 

“Desde la Fundación Santo Domingo -FDS- estamos muy orgullosos por el proceso vivido por las participantes del programa Construimos a la par”, expresa Dolly González Espinosa, gerente de Desarrollo Social en la FSD. 

“Ha sido un gran reto para estas mujeres y luego desde la Fundación estaremos acompañándolas con nuestro programa Proyectarse para que encuentren empleo en el sector de la construcción y puedan poner en práctica lo aprendido. De esta manera cerraremos exitosamente este proceso de formación que nos llena de tanta alegría”, agrega Dolly.

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