¡BUN! BOSQUE URBANO NATIVO

El camino más largo siempre comienza dando un primer paso y el bosque más frondoso siempre comienza con la primera siembra. Vecinos de La Sevillana están ayudando a nacer un pulmón ambiental para toda la vida. 

Por eso aunque ya están sembrados más de seiscientos árboles, hacen falta cuidado y paciencia para que ellos sean la base de un bosque urbano que será permanente y dará cobijo a especies vegetales y animales y para el disfrute de los habitantes del sector. 

El bosque ocupa tres hectáreas que flanquean a los sectores de La Sevillana, Villa Marta y Bahía Central, cuyos vecinos han contribuido en las dos ‘sembratones’ realizadas en los dos últimos años para darle forma a ese sueño, que suplirá en algo las limitaciones de espacio público de esos sectores. 

“Después de lo más fuerte de la pandemia empezamos a pedirle ayuda a la Fundación Santo Domingo para crear un bosque o una área recreacional cerca. De ahí nació este bosque urbano que va a cumplir dos años desde el primer sembrado el sembrado de los árboles sobre todo roble amarillo y morado, moringa y mangos, que es lo que por el momento se puede sembrar, según nos dice el director de la fundación a cargo”. 

Eso nos lo cuenta en el terreno Samuel Colmenares, un técnico en fitotecnia venezolano que vive en La Sevillana desde hace unos seis años y quien con otro compañero es el principal encargado del cuidado cotidiano del naciente bosque. 

“Cada lunes tenemos la visita desde la mañana hasta medio día, hacemos lo que sea indispensable para las plantas; la mayoría de las veces es el corte alrededor del palo para quitarle la maleza y los bejucos que enredan y ahorcan el palo y le quitan las vitaminas; ese es nuestro trabajo”. Aproximadamente cada tres meses fertilizamos con triple 15, micronutrientes y macronutrientes; dependiendo de cómo sea la fertilización y el plan de trabajo que nos pongan” explica Samuel. 

El agua también mata 

El problema ahora es otro: el exceso de agua. Resulta que estos terrenos eran esponjas de agua al punto que antes se sembraba arroz, que crece feliz en medio del exceso de líquido. Pero con la urbanización de estos sectores el agua está buscando su cauce y queda represada en algunas partes del terreno.

“Eso comenzó a cambiarle el circuito a la forma en que el agua fluía según sus cauces”, explica Samuel. Todo empeora con un año tan particularmente lluvioso como este 2022. 

“La inundación ha matado a las moringas porque ese es un palo de tierra seca; ellas con mucha agua se ahogan y sus raíces son superficiales; al quedar al descubierto el viento las arranca y las parte”, describe Samuel. 

“El cedro amarillo sí resiste porque es un árbol robusto y leñoso; es un árbol del sur de Bolívar y está acostumbrado a este tipo de clima y ambiente”, añade. 

Libre y para siempre 

“Esto es para siempre, es un corredor que va a ser un bosque para toda la vida para el beneficio de los vecinos actuales y los que vendrán. Hasta cierto punto lo que se quiere es que esto sea libre, siempre va a ser limpiado y no va a tener montes ni maleza en el suelo, pero que crezca la buena vegetación nativa”, dice Samuel. 

Tras diez años de crecimiento un árbol como el cedro alcanza una altura de diez o doce metros lo que lo convierte en un cortavientos natural que atenúa los problemas de ese tipo. Además de incentivar la llegada de flora y fauna local que arman un ecosistema propio. 

“Ellos ayudan en muchas formas al barrio en su naturaleza. Esto todavía es una zona espesa en vegetación y en el resto del terreno hay algunos árboles de hasta cuarenta años de edad. Esto sigue siendo muy agreste y ocasionalmente hasta hemos encontrado babillas de metro o metro y medio; también ‘rabipelados’ (zariguellas), zorras, ardillas: muchos tipos de animales”, explica Samuel. 

El BUN hace parte del terreno de futuro crecimiento de Ciudad del Bicentenario, el macroproyecto de vivienda de interés social más grande del país, que se está desarrollando con criterios urbanísticos de primer nivel y con un crecimiento sostenido y planificado. 

Ya tiene dos mega colegios y un tercero en construcción justamente cerca del BUN, dos Centros de Desarrollo Infantil, un Centro de Atención Primaria (CAP) en salud, una buena biblioteca, además de buenas vías y un amoblamiento urbano en crecimiento, entre los principales beneficios, que seguirán aumentando en la medida en que el macroproyecto se siga desarrollando. 

Así el Bosque Urbano Nativo está pensado en esa dinámica urbanística de que todo sea coherente y le preste beneficios a la comunidad. En este caso particular le servirá de espacio verde a estos tres sectores urbanizados por un tercero, que carecen de parques y en general de zonas comunes, pues crecieron por fuera de aquella planeación urbana. 

Ahora el BUN está rodeado por una cerca sencilla y su perímetro tiene calculado el paso de una vía futura en uno de sus extremos, por lo que ahí tiene una forma distinta. 

“La comunidad esto lo tiene presente y quiere que dentro de un tiempo sea abierto, porque ahora está cerrado para proteger los árboles; ellos tienen que esperar un determinado tiempo de cinco o diez años cuando la vegetación y los palos estén fuertes y altos. Pero luego esta manga se queda para toda la vida y no se puede tocar”, concluye Abraham.

Verde esperanza 

Abraham Osorio es el director de la Fundación Verde Esperanza Colombia, la organización seleccionada por la Fundación Santo Domingo para ejecutar el proyecto en su fase actual, pues antes ya se había hecho una siembra previa. 

“El propósito es generar un bosque urbano -como su nombre lo dice- que genere un equilibrio natural en esta zona del macroproyecto, con todas las funcionalidades biológicas que puede producir: brindar oxígeno necesario para la vida, cumplir con el ciclo del agua, cobertura y hábitat para otras especies, capturar dióxido de carbono y hasta ofrecer alimentos como el mango de azúcar”, nos explica. 

La primera siembra a su cargo se hizo el 18 y 19 de septiembre de 2021, con la participación de cincuenta voluntarios de La Sevillana, quienes sembraron 200 robles, 360 moringas y 50 árboles de mango de azúcar, guiados por la Fundación Verde Esperanza y bajo la aprobación del Establecimiento Público Ambiental -EPA-, que es la autoridad correspondiente de la ciudad en estos temas. 

“El proyecto marcha a buen ritmo en el aspecto biológico y hasta en el aspecto estético, a pesar de algunas dificultades climáticas, especialmente en las últimas semanas, que han afectado a toda la región Caribe y que han generado inundaciones en dos partes específicas de donde se sembraron los 610 árboles”, agrega. 

Abraham explica que se han venido realizando los mantenimientos respectivos, que implican: 

● Retirar los bejucos que abrazan el tronco y compiten por los nutrientes y el crecimiento. 

● La poda técnica del terreno, tanto manual como con guadañadoras, para retirar la mal llamada ‘maleza’. 

● El riego en épocas de sequía, para el que se incorporaron botellitas de plástico reciclado que generan un goteo que llega directamente a la raíz y dura días ● Mantener el ‘tutorado’, que son los palos rectos que ayudan a mantener derechos los árboles mientras crecen. 

● Aplicación de micro y macro nutrientes. 

También muchas moringas perdidas se reemplazaron por árboles nativos más resistentes como almendros, campanos y robles. 

Abraham, quien tiene un master en desarrollo y ambiente, además ubica la creación de estas gran franja verde en el contexto del cambio climático mundial y ve así un propósito superior en el que cada acción, pequeña o grande, suma a la sostenibilidad del planeta. “La consigna es ‘pensar globalmente y actuar localmente’ porque en Cartagena no somos ajenos a ese problema global. De hecho esta es la quinta ciudad más vulnerable del país en ese sentido”. 

Todavía falta por sembrar un trecho y además la resiembra para reemplazar otras moringas. Abraham anuncia que en los próximos meses viene una nueva siembra con el voluntariado del barrio para incorporar al BUN otros quinientos árboles, agregando más especies como

ceibas y macondos, que alcanzan los treinta a cuarenta metros de altura, así como limoncillo para una cerca de seguridad verde y natural. 

Afortunadamente el entusiasmo de los vecinos ha sido grande porque entienden el beneficio que les traerá en un futuro que está mucho más cerca que lejos, con un bosque seco tropical nativo que significará un bienestar ambiental directo para la comunidad de La Sevillana, el resto de Bicentenario y la ciudad.

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Bicentenario

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