ROINER RODRÍGUEZ – Pilo entre los pilos

La pregunta final del concurso de historia para estudiantes de toda Cartagena era cuánto ganaban al día los artesanos en la Colonia. Roiner, del colegio público Jorge García Usta, en Ciudad del Bicentenario, tenía al frente al otro finalista, William Dávila Castro, del Colegio Británico, uno de los privados más prestigiosos de la ciudad.

Era un evento formal frente al jurado y al público, en noviembre pasado, en un gran salón del recién inaugurado Palacio de la Proclamación, en el Centro. El mismo donde hace casi dos siglos se declaró la Independencia. Para llegar a esa instancia Roiner había tenido que enfrentar a otros trece niños en la Institución Educativa Jorge García Usta, a un par de cuadras de su apartamento, en las torres, donde vive con su familia desde hace ocho años.

Luego de superar esa ronda tuvo que sentarse a estudiar un cartapacio de preguntas y temas de nuestra historia. Al principio le pareció demasiado, pero luego la cosa fluyó: “una pregunta me llevaba a otra y un tema conectaba con el otro, así que me fui interesando cada vez más”.

Carlos Mario Miranda Vergara, compañero suyo, también superó varias rondas en el concurso Ruta por la Historia de Cartagena, organizado por la Sociedad de Mejoras Públicas y el Museo Histórico de Cartagena. A la final llegaron dieciséis niños de colegios públicos y privados. Iban pasando por parejas respondiendo preguntas: uno quedaba eliminado y el otro pasaba a la siguiente ronda.

A la semifinal llegaron tres muchachos: Roiner y dos estudiantes del Británico: William y Mario Bernal Florez. A cada uno le hicieron tres preguntas. Mario solo acertó dos, pero con eso aseguró el meritorio tercer lugar.

Una barbilla rota

Roiner no llegó a esa instancia de casualidad. No solo es inteligente, algo que demuestra en las respuestas a nuestra entrevista, a la que responde con buenos argumentos y una notable capacidad de expresión. Desde los tres años ha obtenido frecuentes menciones de honor por su excelencia académica.

“Yo me comprometo con mis docentes y mi colegio. Si me mandan una tarea me esmero para que esa actividad esté hermosa. Me grabo mucho las cosas. Por lo general soy quien más contesta temas que se vieron en la clase anterior. Como tengo un problema en el ojo, siempre hablamos con las maestras para quedar en los puestos de adelante. Eso me ayuda mucho”.

La pregunta que más lo sorprendió fue una cuya respuesta era que de Mahates, su tierra natal, se extraía mucha madera recia que ayudó a construir la Cartagena colonial. Cuando volvieron al pueblo por unos días de vacaciones alguna gente lo reconoció en la calle. “¿Este no es el niño que ganó el concurso de historia?”, escucharon que preguntaban varias veces en Mahates.

Del pueblo llegaron a Ciudad del Bicentenario beneficiados por el programa Unidos. En lugar de emplearse por fuera su mamá, Jenifer Venecia Ortiz, tecnóloga en Primera Infancia, ha preferido dedicar su tiempo al acompañamiento de sus dos hijos. “Nada saco con irme a ganar un salario para pagarle a alguien extraño para que me los cuide y que de pronto cojan un mal camino”, explica. Mientras tanto, estudia en casa una tecnología de Apoyo Administrativo en Salud, en el Sena.

En cambio, Jenifer ocasionalmente cuida niños vecinos en su apartamento. Y en esas ocurrió el accidente que le impidió a Roiner asistir al bando del colegio en el que lo felicitaron. Todavía no le habían quitado los puntos de la barbilla. “Resulta que un niño estaba aquí en sala y se tropezó con la mecedora. Yo estaba reposando al lado y tiré los brazos para que no se pegara, pero resulté yo partiéndome la barbilla”.

En la casa comparte mucho con su hermanita Jeilin Sofía, de tres años. Casi siempre porque ella quiere ver repeticiones de programas que a él le aburren. Entonces le dice que está loca y ella le devuelve la ofensa. Se pelean, como los buenos hermanos de toda la vida, y al par de minutos ya están de nuevo hechos un solo pechiche. Su papá, Raúl Rodríguez trabaja como surtidor en un almacén de cadena.

Y la respuesta correcta es…

Roiner tiene doce años y este 2022 entra a séptimo grado. Si le tocara decidir hoy qué estudiar dudaría entre ser médico pediatra o historiador. Y acaso, ambas, que casos se han visto.

De vuelta a La Proclamación: a pesar de haber estudiado mucho, Roiner no se confiaba. Al contrario: “Los nervios me querían consumir aunque supiera la respuesta”. El que falló primero fue William. El turno final fue para Roiner. Dadas las respuestas previas en la sala lo daban como ganador, pero no él, hasta que escuchó la pregunta. “Enseguida celebré porque yo me la sabía: el artesano raso ganaba entre dos y medio y tres reales diarios y el maestro artesano entre ocho, dieciséis y veinticuatro reales”

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