LA EXPERIENCIA DIFEI

Sacar adelante un negocio por cuenta propia es un reto que implica trabajar a destiempos, aguantar épocas de incertidumbre, pero también de ver el progreso y estar orgulloso de uno mismo y la familia. No es fácil, pero sí que es posible.

Jasmin Olier Villadiego trabajó doce años en ferreterías. Primero en el sector El Reposo, en San Pedro Mártir, luego en San Fernando y al final en la Ciudadela 2000. Cuando se casó y tuvo a sus dos hijas, Sara Sofia y Alejandra Vergara, se le volvió más difícil ir a trabajar. La segunda de ellas nació cuando ya vivían en Ciudad del Bicentenario.

“Se me hacía muy complicado salir al trabajo y el regreso era muy pesado en las noches. Mi ex esposo tenía un buen trabajo como electrico en el sector naval, así que decidí quedarme a cuidarlas”.

“Al año de estar así, sin trabajar afuera, no me hallaba. Toda la vida trabajando y de pronto, estaba solo con temas de la casa. Entonces llegó el proyecto del PNUD, la Fundación Santo Domingo y la Cámara de Comercio. Entre las opciones estaba la de franquicias. Me interesó porque era en lo que yo había trabajado. Me presenté y hablé directamente con un integrante de la Cámara de Comercio. Cuando me explicó, me dije –Yo tengo el perfil–. Como al mes me llamaron y, ¡efectivo!, me comencé a capacitar”.

En el proceso había tres opcionados para las franquicias, pero un solo cupo. “Nos presentaron con el señor Leonardo Loaiza, el dueño de la franquicia Difei y gracias a Dios fui la seleccionada. Al comienzo puse dos millones y medio como contratante y ellos pusieron cuatro, para un total de seis millones quinientos. Y con eso llenaba las vitrinas por completo. Comencé en la terraza. Al principio no vendía materiales de construcción sino solamente artículos de ferretería: tomas, uniones y cosas pequeñas. Creo que el primer artículo que vendí fue una curva de PVC que valía unos 700 pesos”.

“Por mi experiencia previa, yo hacía un seguimiento juicioso de las ventas. En el primer mes hice un total de 76 mil pesos, que suena poquito ahora. En el segundo ya vendí doscientos mil y siguió subiendo hasta la actualidad”.

Pandemia y competencia

En la Fundación Santo Domingo le gestionaron un préstamo para remodelación, con el que pudo construir el segundo piso, donde puso su vivienda, para separarla de la ferretería, que ahora ocupa todo el primer piso.

“Con la pandemia me tocó reducir los espacios y todo lo que se vino con ella nos afectó. Había muchas restricciones. Una vez intenté abrir y casi me multan con un salario mínimo. La reactivación ha sido lenta. Siempre he trabajado con la Alcaldía y la Cámara de Comercio y no me puedo quejar. Entré con ellos en el proceso de la reactivación, cumplí con todos los protocolos y nuevamente abrí el negocio, pero se sintió el bajón. Tuve que pedir un préstamo para reiniciar. Yo utilizo el sistema bancario para ese tipo de apoyos”.

Ahora, además del ramo de implementos con Difei vende materiales como cemento, arena y china. Dejó de distribuir hierro porque su costo subió mucho y no le está siendo viable. “Si no voy a ganar, mejor no pierdo”, dice. Ha detectado que ahora en el barrio hay menos construcciones y sí más remodelaciones.

“El modelo Difei yo lo conocía porque antes trabajaba con ellos como proveedores. El señor Loaiza inicialmente tenía su negocio en El Bosque; después sacó uno en Bazurto y luego se ha expandido en la ciudad, sobre todo en los barrios populares. Pero cuando con el proyecto del PNUD los conocí como beneficiantes. Yo les compro, pero actualmente puedo comprarle a quien yo quiera, no me casé con ellos de manera exclusiva. En la parte de artículos son ágiles, pero hay cosas que no distribuyen como los materiales de construcción”.

“En Bicentenario ahora hay más ferreterías. El negocio ha crecido porque cuando empezó este Difei todavía no habían abierto las casas de dos plantas. La competencia no me molesta. Por el contrario, me ha hecho crecer. Por ejemplo, antes no teníamos transporte, pero ahora sí tengo un motocarro. Con eso ahora manejo la parte de alquiler, que vi surgir como una necesidad en la comunidad: como están construyendo necesitan tablas y andamios y me metí por ese lado. Y teniendo el transporte, ahora vamos más allá de Bicentenario, porque como tengo unos andamios industriales que son bastante apetecidos entonces los llevamos al barrio vecino o Flor del Campo”

El empujoncito

“Creo que la mejor decisión fue haberme retirado de mi empleo y hacer mi propio negocio. No me gustaría mudarme, prefiero quedarme acá donde ya estoy acreditada y la gente sabe que existo, así que empezar de cero no me convence. Ya tengo mis clientes fijos y como vivo aquí mismo tengo la comodidad de ayudarlos cuando a veces vienen bastante tarde a pedir algo que necesitan con mucha urgencia”.

Yo le agradezco mucho a la Fundación; siempre he dicho que si no hubiera estado aquí, difícilmente yo tuviera lo que tengo actualmente.

Claro, están las capacidades de uno, pero ellos dieron el empujoncito y la verdad es que siempre me han acompañado en el proceso”.

El horario de la ferretería es de 7:30 a.m. a 6:00 p.m., aunque a veces, según cómo se mueva el día, le toca cerrar más tarde. Los domingos, va hasta el mediodía porque en la tarde se dedica a la casa. Descansa un solo día al mes. Las dos hijas también participan en el negocio para que le tomen ese sentido de pertenencia, dice. Ocasionalmente también les ayuda el papá, que tiene otro negocio de ferretería en Arenal, Bolívar.

Difei Bicentenario
Manzana 42 lote 25
314 510 89 95

Una ferretería en semilla

Lidis María Sánchez Pautt tiene veinte años y ha sido una joven muy atenta a los procesos comunitarios. Llegó a Ciudad del Bicentenario porque a su mamá y a su abuela les otorgaron casas, tras su caída en el barrio La Paz.

“Un día más que otro, de tanto hacer cursos,
en la Fundación me dijeron –Lidis, estamos
buscando personas que tengan ferreterías–.
Yo les contesté que en mi casa estábamos
empezando una desde abajo. Entonces me
dijeron –Sí. Chévere. Así sirve–. Me hicieron la
visita y encontraron que sí tenía una pequeña
ferretería y dijeron –Vamos a buscar la manera
para engrandecerla– Como entonces yo era
menor de edad quedó a nombre de mi abuela,
pero luego la puse a mi nombre”.

“El señor Loaiza, de Difei y los de la Fundación
se encargaron de todo y me dieron charlas.
Antes se llamaba Ferre-Variedades la Bombera,
pero por la franquicia me recomendaron
ponerle Difei.

Nosotros vendemos todo lo que tiene que ver con la ferretería, pero no tenemos materiales de construcción, solo el cemento, ya que no hay espacio para guardarlos y eso perjudica a los vecinos y a los niños. El producto más vendido es el codo de media, que lo utilizan para poner las plumas. Abrimos todos los días y si a alguien se le parte un tubo y viene urgente a comprar uno se le despacha a la hora que venga. Económicamente no se vende mucho, pero hay que darle gracias a Dios por lo que entra”.

“A mí me encanta el negocio. Llevo dos años con esto. A futuro quisiera que me dieran un préstamo para ampliarla y en un espacio donde pueda vender de todo. Sobre todo, ponerla donde se movilicen más las entradas porque lo que más me afecta es que no está en una ubicación céntrica”.
“En lo personal, terminé mis estudios y a los dieciséis tuve a mi hija, Lianis Escorcia Sánchez. La tengo en una guardería porque no encontré cupo en el CDI. Gracias a Dios me entendí con Jean Carlos Escorcia Ochoa, un muchacho responsable que nunca me dio la espalda, me ha ayudado y con quien ahora vivimos juntos”.

Difei Bicentenario
Manzana 14 lote 21
323 398 84 77

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