{"id":93,"date":"2021-11-01T21:02:00","date_gmt":"2021-11-02T02:32:00","guid":{"rendered":"https:\/\/soybicentenario.com\/?p=93"},"modified":"2022-03-10T11:34:03","modified_gmt":"2022-03-10T17:04:03","slug":"amor-por-las-sopas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/soybicentenario.com\/edicion-revista-1\/amor-por-las-sopas\/","title":{"rendered":"AMOR POR LAS SOPAS"},"content":{"rendered":"\n

Cada pa\u00eds, regi\u00f3n o ciudad tiene sus antojos de comida. En Ciudad del Bicentenario las ganadoras son las sopas. Las hay para todos los gustos. Son sabrosas, resuelven r\u00e1pido y ayudan al bolsillo. Adem\u00e1s, mueven la econom\u00eda del barrio. Hablamos con varios de sus cocineros, comenzando por Laine, la primera que comenz\u00f3 con este oficio.<\/p>\n\n\n\n

Laine Luz Lozano<\/h2>\n\n\n\n

Vive aqu\u00ed desde hace m\u00e1s de diez a\u00f1os. Pero lleg\u00f3 sin un peso y sin trabajo. Pronto se hizo amiga de los vecinos. \u201cLos muchachos que hac\u00edan los hierros aqu\u00ed atr\u00e1s le preguntaron a una muchacha que si les quer\u00eda hacer comida. Ella les dijo que no, pero que su vecina no est\u00e1 trabajando. Cuando vinieron donde m\u00ed les dije: \u2018Las ganas las tengo, lo que no tengo es el dinero para el mercado\u2019. Entonces ellos me consiguieron cien mil pesos para comenzar y pude hacer mercado para prepararles el almuerzo de dos semanas\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\n
\n
\"\"<\/figure>\n<\/div>\n\n\n\n
\n

\u201cPronto la gente de ac\u00e1 me ven\u00eda a comprar la sopa o el seco. Adem\u00e1s estaban los maestros que estaban terminando las casas en obra gris. Despu\u00e9s vinieron los obreros de las torres. \u00a1M\u00e1s gente! Yo nunca hab\u00eda hecho negocios de comida corriente. De fritos, s\u00ed. Hab\u00eda trabajado en restaurantes de Bocagrande. \u201d.
<\/p>\n\n\n\n

\u201cEn esta cocina me le mido hasta cien comidas. Alguna vez a la polic\u00eda les hice cien arroces con pollo. A m\u00ed la demora es que me digan que mande comida para Bocagrande, que para all\u00e1 va. No me le arrugo a nada\u201d.<\/p>\n<\/div>\n<\/div>\n\n\n\n

\u201cHay d\u00edas en que se vende muy bien, como otros en que no se vende nada. Me levanto a las cinco y media o seis de la ma\u00f1ana. A las once ya est\u00e1 listo todo. La jornada puede terminar tipo dos y media. Trabajo de lunes a viernes y si el lunes es festivo, hasta el s\u00e1bado. El domingo solo trabajo si me piden unas comidas especiales. Siempre intento variar los platos porque conozco a mis clientes: pollo, carne guisada, cerdo, mojarra\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cAntes de la pandemia mi cliente era del barrio, ya no el constructor. Hay vecinos que a veces no cocinan en la casa y vienen a comer ac\u00e1 o mandan a comprar sopa. Tambi\u00e9n me llegan personas que vienen de afuera a trabajar a Bicentenario. Pero con la pandemia se baj\u00f3 mucho todo. Y yo me qued\u00e9 sin mi reserva de mercado, as\u00ed que me toca prestar plata para el diario\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cEn el Festival del Frito de Ciudad del Bicentenario del a\u00f1o antepasado me dieron un reconocimiento. Tambi\u00e9n en un proyecto del PNUD, llamado Asentamientos Sostenibles me dieron un buen apoyo: diecis\u00e9is sillas, dos ventiladores, una olla industrial, otra normal, una vajilla y juegos de cuchara, trinche y cuchillos\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cTengo dos hembras y dos varones. El menor fue el \u00fanico que vivi\u00f3 aqu\u00ed conmigo un tiempo, pero ya est\u00e1 grande e hizo su vida. Mi marido se llama Eugenio Blanquicet. No tenemos hijos, pero tenemos veinti\u00fan a\u00f1os de estar juntos\u201d.<\/p>\n\n\n\n

<\/p>\n\n\n\n

Alfonso Valencia<\/h2>\n\n\n\n

Comenz\u00f3 con su negocio, que tambi\u00e9n se llama La Bendici\u00f3n de Dios, hace m\u00e1s de seis a\u00f1os. \u201cTodos los d\u00edas tenemos sopa y seco, que se venden muy bien, pero lo que nos diferencia son las comidas tradicionales como el arroz con coco, el arroz de fideo o con frijol y las carnes especiales. Los viernes y domingos siempre hay men\u00fa especial. Los domingos, fijo hay sopa de mondongo. De las sopas se pueden vender unas sesenta en los d\u00edas de entre semana. No es solo el sabor sino la necesidad. Los alimentos est\u00e1n caros y con una sopa te acomodas por dos mil o tres mil pesos\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cTodos los d\u00edas hay que madrugar, a las cinco y media por tarde. Para la una o dos de la tarde estoy desocupado y puedo cuidar a mis tres hijos, que est\u00e1n peque\u00f1os\u201d.<\/p>\n\n\n\n

<\/p>\n\n\n\n

Nicol\u00e1s Anaya Bele\u00f1o<\/h2>\n\n\n\n

\u201cCuando llegu\u00e9 a las casas moradas al frente todo era monte. Pero me dije: \u2018esto va a crecer\u2019. Los primeros d\u00edas vi la cosa como enredada. Antes trabajaba vendiendo yuca o \u00f1ame en una carreta en Socorro, Jardines y La Consolata. El primer d\u00eda que sal\u00ed de aqu\u00ed no sab\u00eda ni para d\u00f3nde iba. Por fin pude llegar al mercado para traer cosas. Siempre vend\u00eda algo, pero a\u00fan me sent\u00eda enredado. Luego empec\u00e9 el negocio de la comida. Marley Castro, mi mujer, fue trabajadora m\u00eda. Un d\u00eda me pidi\u00f3 que la ayudara para poder darle de comer a sus dos hijos. Empez\u00f3 a pelar ma\u00edz, a moler para los bollos de mazorca. Al comienzo \u00e9ramos amigos nada m\u00e1s. Un d\u00eda me dijo: \u2018Ay negro, tr\u00e1eme un bultico de maiz verde para hacer bu\u00f1uelos de maiz\u2019. Se lo traje. Despu\u00e9s me dijo: \u2018Cons\u00edgueme cien mil pesos que voy a vender sopa ah\u00ed en la esquina\u2019. Otra vez me dijo: \u2018Vamos a hacer unos pasteles y partimos las ganancias\u2019. De pronto nos \u00edbamos haciendo m\u00e1s amigos. Hasta que un d\u00eda le dije: \u2014Oye, nosotros estamos es perdiendo el tiempo. T\u00fa est\u00e1s sola, yo estoy solo\u2014\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cHac\u00edamos unos fritos en la esquina del frente, pero nos cog\u00edan esos aguaceros: nos moj\u00e1bamos nosotros y se nos mojaba el carb\u00f3n. Alg\u00fan d\u00eda me dijo: \u2018Si no conseguimos una casa en el barrio no trabajamos m\u00e1s\u2019. Al poco tiempo desocuparon esta esquinera y nos la alquilaron. La que cocina casi siempre es ella. Viene de San Onofre y tiene una saz\u00f3n buen\u00edsima. En este punto buscan mucho la sopa. Ella le echa de todo: yuca, \u00f1ame, mazorca. Yo tambi\u00e9n cocino legal: sopa, arroz con coco, pescado guisado. Los domingos vendemos sopa de mondongo, hasta 120 porciones. La olla queda limpiecita\u201d.<\/p>\n\n\n\n

<\/p>\n\n\n\n

\u00d3scar Ramos D\u00edaz<\/h2>\n\n\n\n

Naci\u00f3 en Mar\u00eda La Baja y all\u00ed creci\u00f3 hasta que la violencia los oblig\u00f3 a salir. Vivieron quince a\u00f1os en El Poz\u00f3n hasta 2014, cuando a la familia le sali\u00f3 el apartamento en una de las torres. Ah\u00ed viven desde entonces con su mam\u00e1, su padrastro y sus cuatro hermanos. \u201cLlegar ac\u00e1 fue algo inesperado. En El Poz\u00f3n ten\u00edamos la vida hecha, las rutas definidas, qu\u00e9 hac\u00edamos, los amigos. Fue dif\u00edcil. Primero porque ac\u00e1 no hab\u00eda ning\u00fan tipo de comercio y hab\u00eda que caminar hasta Flor del Campo para coger transporte\u201d.<\/p>\n\n\n\n


\u201cA los dos a\u00f1os de estar aqu\u00ed, empec\u00e9 haciendo postres o pasteles y cuanta cosa de comida se pudiera. Un domingo que otro hac\u00eda sopa. Comenc\u00e9 en la parte de abajo de la torre 17, donde vivo. Bajaba una olla desde el tercer piso. Luego aqu\u00ed, que es espacio p\u00fablico, hab\u00eda un se\u00f1or que fritaba y que todav\u00eda frita en las tardes, pero m\u00e1s temprano no hac\u00eda nada. Le pregunt\u00e9 si pod\u00eda hacer mis sopas en esas horas y as\u00ed comenz\u00f3 el negocio ac\u00e1. Eso fue hace como cuatro a\u00f1os, pero por la pandemia cerramos totalmente un tiempo. Hemos intentado volver a las actividades normales, pero no ha sido posible\u201d.<\/p>\n\n\n\n


\u201cEntre semana ya casi no se vende sopa, pero el fin de semana s\u00ed. Los viernes y s\u00e1bado hago sopita de hueso y el domingo, de mondongo, para el que pongo la olla grande, de cien litros. Parece mentira, pero los d\u00edas de lluvia son buenos porque con el fr\u00edo a la gente le tienta m\u00e1s tomarse una sopita\u201d.<\/p>\n\n\n\n


\u201cAdem\u00e1s, de las sopas tengo un trabajo alterno que ahora me ocupa bastante: doy clases y hago tareas dirigidas, preparaci\u00f3n de ex\u00e1menes o para entrar al SENA y consejer\u00eda para escoger carreras\u201d.<\/p>\n\n\n\n

<\/p>\n\n\n\n

Marina Madero Castillo<\/h2>\n\n\n\n

Naci\u00f3 y vivi\u00f3 en Sabanalarga \u201chasta que la guerra me sac\u00f3 de all\u00e1\u201d. Trabaj\u00f3 un tiempo en Bogot\u00e1 como cocinera. Vivi\u00f3 en el barrio hasta que la pandemia la oblig\u00f3 a cerrar temporalmente el negocio. \u201cEste es mi \u00fanico ingreso. Por mi edad ya no consigo trabajo en ninguna parte. Soy desplazada de San Francisco\u201d.<\/p>\n\n\n\n

\u201cHace unos cuatro a\u00f1os, con el permiso de una vecina puse un tendalito en una parte de su lote esquinero. Me comenz\u00f3 a ir bien, pero me pidieron el espacio. Entonces el se\u00f1or de la tienda me dijo que me viniera para ac\u00e1 afuera, al frente suyo\u201d.<\/p>\n\n\n\n

Su fuerte es la sopa. \u201cTodos los d\u00edas hago, pero no tanta. Algunos d\u00edas me queda un poquito y como no tengo nevera, la regalo. Trabajo hasta el mediod\u00eda y luego dejo todo limpiecito\u201d<\/p>\n\n\n\n

<\/p>\n\n\n\n

Andrieli escorcia<\/h2>\n\n\n\n

Lleva tres a\u00f1os de vivir en Bicentenario y tres meses de trabajar en el nuevo negocio de Sobeida Ramos, donde se encarga de la sopa. \u201cTrabajamos corrido con comida y fritos desde la ma\u00f1ana hasta la noche. Cada quince d\u00edas descansamos los mi\u00e9rcoles y en el negocio de la mam\u00e1, los martes: si no hay sopa en un lado, se consigue en el otro. Todo se vende. A veces los fritos no alcanzan a parar en la vitrina. El domingo se pone la olla m\u00e1s grande y se vende todo antes de la una de la tarde porque la gente est\u00e1 con menos ganas de cocinar\u201d.<\/p>\n\n\n\n