CARLOS Y EL PODER DE SALVAR VIDAS

Este cartagenero encontró en el agua su pasión y transformó su vida en una historia de rescates, superación y sueños por navegar.

Dicen que el camino del agua no tie­ne principio ni final y que el cami­no de la vida empieza en los luga­res menos esperados, a veces, en los más adversos que propician la motiva­ción necesaria para luchar por estar bien y ser alguien mejor. 

La conexión entre estos caminos es ine­vitable; para los cartageneros, el mar está a su alrededor y dentro de ellos, el mar es su hogar, antes de su nacimiento y des­pués de su muerte, pero para Carlos Caro, el protagonista de esta historia, el mar y el agua significan una pasión, una salida, un estilo de vida que inició desde muy niño. 

“La piscina era como el patio de mi casa. Todos los días iba con mi hermano y mi familia al Centro Recreacional Napoleón Perea, en Los Caracoles, el barrio donde nací, porque me gustaba estar ahí, en la piscina”, relata Carlos. Este gusto le daría un rumbo a su futuro. 

El nacimiento de una pasión

Un día, entrenados y juegos, su hermano mayor sufrió un accidente cuando una tu­bería de succión lo atrapó bajo el agua y por poco le arrebata la vida. Carlos, sin po­der actuar ante esto, se quedó paralizado desde la distancia hasta que los salvavidas lograron rescatar a su familiar. 

Ese momento marcaría su vida, pues un sentimiento surgió dentro de él. El agua convirtió la os­curidad en luz y, a la vez, se transformó en algo que él desearía dominar por respeto, e incluso, debido a un temor que surgió en su madre. “Mis hijos querían seguir yendo a nadar, pero me daba miedo que tuvieran otro accidente, así que los inscribí en clases de natación para que se pudieran defender de cualquier peligro”, comentó Mercedes Caro, mamá de Car­los. 

“Me daba miedo cuando él iba y le decía que se cuidara. Sin embargo, él participó en una competencia en aguas abiertas”. Mercedes Caro

Convirtiéndose en héroe 

La juventud de Carlos estuvo marcada por competiciones de nado a nivel nacio­nal, pero las mareas de la vida lo arras­traron por diferentes direcciones, lleván­dolo a convertirse en piscinero y, después de perfeccionar su técnica y aprender más sobre la natación, pudo iniciar ofi­cialmente su carrera en el Cuerpo de Sal­vavidas de Cartagena. 

“El día a día de mi trabajo era en la pla­ya con la prevención de accidentes, aun­que también realizaba rescates, reanima­ciones, e incluso, extracciones”, explicó. 

Durante su época de salvavidas, Carlos llegó a rescatar a seis personas en una sola operación y se convirtió en un héroe de la vida real con el poder de salvar vi­das. Tiempo después ingresó al Club Car­tagena, donde trabaja hace ocho años evi­tando que las personas corran peligro y manteniendo la piscina en condi­ciones adecuadas para los visitantes, un trabajo que le permite mantener su calidad de vida y estar cerca del agua. 

Más allá del horizonte

Actualmente, Carlos vive en la manzana 71 de Ciudad del Bicentenario, barrio que le abrió las puertas hace cinco años para forjar su hogar. “Yo no quiero salir de aquí, es un lugar muy tranquilo, tenemos buena seguridad, y gracias a Dios estamos tran­quilos, además, mi mamá también vive aquí y así puedo estar pendiente a ella”, ex­presó. 

Sin embargo, hace algún tiempo, Carlos estudió Mecánica Naval y realizó sus prác­ticas profesionales en un barco, hasta que empezó a trabajar en el Club Cartagena. Y aunque su futuro parece estar muy lejos del mar abierto, él mantiene la esperanza de que, nuevamente, el camino del agua conecte el camino de su vida y lo lleve más allá del horizonte que marca el mar. 

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Soy Bicentenario 2023

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